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Hoy en día tal vez pueda sorprender pero los pueblos y villas del interior de Cataluña dieron enormes muestras de patriotismo hispano en la Guerra de la Independencia. Las villas catalanas se alzaron contra los franceses en defensa de la Religión, la Patria y el Rey.

Lo explica el exhaustivo libro “Historia de la guerra de la independencia en Cataluña” de Adolfo Blanch, publicado en 1861 y reeditado en 1968.

Ya a finales de mayo de 1808 empezaron las rebeliones en cadena de las ciudades y villas catalanas contra el ejército francés. Se seguían las pautas del levantamiento nacional del 2 de mayo iniciado en Madrid.

El 28 de mayo Lérida se rebeló oficialmente y envió comisionados a Tarragona, Tortosa, Vic y Manresa para organizar la rebelión armada. Mataró y Villafranca del Penedés se sublevan violentamente y empieza el alzamiento en cadena de los pequeños pueblos del interior.

En Barcelona empieza a registrarse graves disturbios contra los franceses. Figueras empezó a organizar la distribución de armas, municiones y explosivos, sacados de su fortaleza y se las entrega a delegados de numerosos pueblos.

En muchas poblaciones la gente se subleva y las masas rompen los decretos y carteles de los franceses pegados en la pared. En todas las partes se forman juntas de armamento y defensa.

“En todas partes se adopta la escarapela con los colores nacionales de España como divisa de que a todos debía unir y hermanar” dice el autor.

“Manresa provoca las iras de los franceses quemando en la plaza pública todo el papel sellado que en nombre de Murat se había entregado para sustituir al nacional y legítimo y ostenta la escarapela nacional como símbolo de su fidelidad y patriotismo”.

Su alcalde, Francisco Codony llama al pueblo a las armas, organiza una junta de defensa y ordena ir a buscar a Santpedor 140 fusiles, pertenecientes al Real Regimiento de Lérida. Los oficiales españoles se aprestan a colaborar con los paisanos catalanes en la entrega de armas y el inicio de la formación militar a los paisanos.

Rafael María Molina Sánchez. Historiador