
Respondía Santa Teresita del Niño Jesús a una hermana de convento: “Hermanita, usted quiere ser santa como me dice, y que lo intenta, y se esfuerza y quiere subir hacia altos vuelos… pero yo le digo que no se trata de subir, sino de BAJAR… BAJAR… BAJAR…” (Hacia la humildad) La humildad es el basamento donde se construyen las demás virtudes ¡Mirad el ejemplo que Dios nos da haciéndose pobre y humillado en una cuadra!
Hemos de preguntarnos ante el Niño Dios en Belén ¿Qué quieres que haga Señor? ¿Cómo quieres que te sirva mas y mejor? Allí donde tu quieras yo estaré: si pobre, pobre, si enfermo, enfermo, si apaleado, apaleado…
La Navidad es el mejor momento para ofrecer a Dios Encarnado el oro de tu oración, el incienso de tu devoción y la mirra de tu penitencia, tan necesarias para la vida de un cristiano que sin estas no se podría hablar de agradar a Dios… ¿Y tú, persigues las riquezas y los honores? Él ha venido pobre y humilde, roto en un mísero pesebre rodeado de bestias y olor a cuadra ¿Y tú creías que iba a residir en un palacio’ ¿Dónde quedaría nuestra soberbia?
En verdad, “Desde el abismo clamo a Vos, Señor” (Ps 130), gime el alma con esperanza de ser rescatada por la misericordia. Porque caímos muy hondo, grande fue el derrumbe de nuestra progenie, pero mayor ha sido nuestra restauración obrada por Cristo. Somos rayos de luz que emergen de la Luz Infinita, por voluntad de Dios Creador que como Fuente nos participa el ser. Por nosotros mismos no somos nada, estamos suspendidos en el acto creador de Dios. Entonces, ¿cómo envalentonarnos con torpeza suma, cómo hablar con tanta arrogancia, cómo pisar sobre un suelo cuyos fundamentos no pusimos nosotros, cómo invocar nuestra libertad de decisión si somos menos que un soplo, cómo, pues, no reconocer nuestra nada? ¿Qué título ostentan las naciones, los imperios, sus reyes y gobernantes? Si no respaldan su nada en el fundamento del Creador, sólo representan una comedia con argumentos de ficción, que no se corresponden con el verdadero acontecer que Dios conduce hacia el fin previsto y fijado por Él desde la eternidad. El hombre caído ha usurpado el Reino de Dios y lo malversa, profana, y desprecia, con sus actos torpes determinados por sus bajezas, ignorancia, confusión, puestos al servicio del gran usurpador de los dominios de Dios. Cree gobernar el mundo, porque ha cosechado algunos guijarros para construir sus moradas y algunas bellotas como alimento. La Navidad nos recuerda que volvamos a nuestro intimo reducto humilde, pobre, desprovisto de todo bien propio, y elevemos desde él la oración que nos restablece en el plan de la creación como sacerdotes, reyes y profetas, que trabajan para un Reino eminente y eterno. Sólo en nuestra nada,desprovistos de la pretensión de erigirnos como algo, podemos recibir los dones que nos habilitan para entrar a los sagrados recintos del Trono del Altísimo. Todo lo demás es rebelión, humo, orfandad, fracaso, ficción, oscuridad de la mente y delirio de la voluntad.