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Escribo estas líneas lejos de los pormenores de la batalla jurídica y mediática del día a día desde que el Sr. Sánchez manifestó su perversa intención de exhumar los restos del Caudillo del Valle de los Caídos.

Escribo estas líneas desde lo que me dicta el corazón y los sentimientos en la defensa de la verdad histórica de lo que representó la figura del Generalísimo Franco para España

Escribo estas líneas perplejo del odio y rencor que una parte de nuestra sociedad muestra hacia una gran parte de sus compatriotas por el mero hecho de no compartir sus ideas. Nos dicen que es intolerable la presencia de los restos del Generalísimo en el Valle mientras que otros tenemos que soportar con repugnancia monumentos de homenaje como, por ejemplo, a Largo Caballero y a otros más en Madrid.

Sí, escribo estas líneas también con rabia contenida ante la puesta de perfil e indiferencia de personas, instituciones y partidos ante la ignominia que pretende perpetrar el Sr. Sánchez jaleado por sus huestes sociocomunistas.

Así, tenemos a un Partido Popular falto de principios y valor para defender lo que defendieron con sangre y tanto sacrificio, en la guerra y en la paz, sus padres y abuelos. Y otro sí cabría decir de C,s. Otro partido que nunca se sabe dónde está salvo cuando se trata de los intereses personales de su partido. Lo asombroso es que me precio de tener buenos amigos en ambos partidos muy alejados de la posición de sus dirigentes. Hasta cuando?

Nos encontramos con una Jerarquía Eclesiástica callada y distante ante todo lo que está sucediendo en España y muy en especial por su indiferencia en la defensa de la persona a quién debe su existencia. Sin la victoria de Franco en 1936 la Iglesia católica en España habría sido exterminada.

Anoche en una entrevista radiofónica el locutor me preguntaba que como era posible la permanencia en un Estado democrático de la tumba de un “dictador” en el Valle de los Caídos. Comoquiera que no es dudosa la ideología del entrevistador me preocupó que esta persona no fuera capaz de discernir que quien allí está enterrado es la persona que salvó a España del comunismo internacional, evitó la entrada de España en la IIGM y propició la mayor transformación social de España en toda su historia.

¿A qué punto de adoctrinamiento colectivo ha llegado nuestra sociedad?

¿Cómo es posible que exista este desconocimiento de lo que significó Franco? Así se entienden las posturas relativistas de quienes deberían tener la honradez y honestidad de enfrentarse a los propósitos de la izquierda sectaria y neocomunista.

Al menos, en estos momentos, entre tanta mediocridad, parece vislumbrarse un oasis de luz en el Tribunal Supremo que no parece plegarse a la barbarie de nuestro Gobierno y acólitos y que atiende sólo a la justicia y a las leyes que definen lo que es un Estado de Derecho.

Más también nos encontramos con el despertar de muchos españoles que hartos ya de tanta basura comienzan a verse reflejados en movimientos emergentes. Muchísimos son los jóvenes que acuden a la llamada de la historia y salen a las calles portando banderas españolas, esas que sus padres habían olvidado.

Y mientras tanto el Generalísimo sigue en el Valle, transcurridos ya seis meses del anuncio del Sr. Sánchez, y ahí deberá seguir porque es legado de nuestra historia y patrimonio de millones de españoles que tanto le deben y no olvidarán nunca.

Siquiera como Asterix en Petibonum unos pocos con el apoyo creciente de otros muchos que despiertan NOS BATIREMOS HASTA EL FINAL esperanzados en la victoria porque mientras que los enemigos de España utilizan la razón de la fuerza nosotros tenemos la fuerza de la razón y la voluntad inquebrantable de vencer.

1 Comentario

  1. Sí, General Juan Chicharro, tiene usted razón de afirmar que NOS BATIREMOS HASTA EL FINAL esperanzados en la victoria. Porque el enemigo, en su obcecación por el odio a la verdad, a la belleza y al bien, en definitiva por su aversión a todo lo creado; y si queremos decirlo en lenguaje metafísico, por su rebelión satánica contra el ser, es víctima de esa patología que lo lleva al ámbito de lo irracional. El anti-ser lo roe como la nada roe a los demonios. El mayor de los odios y el mayor de los sufrimientos es padecer la disolución del ser personal que nos sostiene en la existencia. Esto ocurre hoy en todos los órdenes, no sólo en el histórico-político, sino también en el filosófico, teológico, moral, político, cultural, técnico y de forma subrepticia en otros. El espíritu tenebroso ha penetrado en muchos, y los arroja por el despeñadero tal como ocurrió a los cerdos suicidas de los que nos habla el evangelio. Esto conduce a plantearnos la cuestión fundamental de si el odio puede conducir al mundo a su autodestrucción total. Creo que podemos afirmar categóricamente que no, desde puntos de vista diferentes, pero afines.
    Primero: Dios Creador no ha confiado al demonio la misión de destruir su obra divina, le permite cierta intervención, pero lo tienen bajo control. Esto entra en el misterio de los designios de Dios.
    Segundo: los hombres malvados, los secuaces del demonio, no dejan de tener cierto instinto de sobrevivir, como lo ha demostrado el poder bélico por parte de enemigos que procuran evitar una catástrofe nuclear. Además, el mundo no está hasta hoy totalmente en manos de esta conjura; hay, por el contrario muchos hombres que desean y luchan por un mundo más humano, menos ruin. Como usted señala, “Más también nos encontramos con el despertar de muchos españoles que hartos ya de tanta basura comienzan a verse reflejados en movimientos emergentes. Muchísimos son los jóvenes que acuden a la llamada de la historia y salen a las calles portando banderas españolas, esas que sus padres habían olvidado”. En todo caso, los poderes mundiales vinculados a la obra destructora contra la humanidad constituyen sólo una jauría a la que podemos y debemos enfrentar, sabiendo que muchos son sus ladridos, pero carentes de la sabiduría que alimenta a la inteligencia, voluntad y virtud. El Nuevo Orden Mundial que impulsan está dañado en sus fundamentos, precisamente, por intentar trastocar los fundamentos naturales del orden existente. Podrá alterarlo en medida grave, pero carece de toda posibilidad de arrasarlo. Las leyes naturales que el Creador estableció a fin de sostener los mundos en sus quicios, rigen también en la tierra, y su gravitación reduce a la nada a estos granujas informes y pretenciosos, que aún no aprendieron hacer llover, ni parar los terremotos, ni las enfermedades, ni serenar las olas del océano, menos aún cambiar el curso de los astros y la sucesión de los días y las noches. Hay que desafiar su arrogancia, cayó la URSS, caerá China comunista, ¿porqué habría de durar más?, se disolverá la conjura del NOM, al igual que las otras. “No tengáis miedo”, repetía San Juan Pablo II..
    Tercero. La Virgen en Fátima anunció: “Al fin triunfará en el mundo Mi Corazón Inmaculado”. Que duden de esto los enemigos, allá ellos. Nosotros, católicos, tenemos el recurso de la Fe. La Virgen afirma hoy en sus diversos mensajes que Ella, La Señora Vestida de Sol, combate la etapa final y decisiva contra satanás, a quien aniquilará al pisar su cabeza. Ella viene como Aurora, enviada por Cristo, a fin de irradiar la Luz de la gloria de Cristo que la colma, sobre la Iglesia, la humanidad y el universo. Ella inaugura “un Tiempo nuevo”, el de la preparación del mundo a la Segunda Venida de Cristo, obrando la transfiguración creciente de los hombres, de su mente y corazón y de las cosas en su profundidad ontológica.
    Ante tan magno anuncio, ante el Señor que viene, no cabe sino ponernos de pié, como Ella lo indica, saludar la Aurora, porque Jesús ratifica lo que María afirma: “Ha venido el Día. Y ¿No lo ven?. Ha venido la Misericordia. y ¿No la aceptan?”.
    Que el enemigo huya, que deje libre la tierra, que se disparen salvas, que el clarín convoque al combate de exterminio de los enemigos, que las trompetas atruenen los espacios junto con las trompetas celestiales, que derriben los muros de la maldad, que convoquen a los valientes, porque ha llegado el Gran Día del Señor. Lo estamos ya viviendo, cuando menos lo preveamos, lo comprobaremos.

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