
Miguel de la Quadra-Salcedo fue, sin duda, un gran maestro de periodismo, un emblemático personaje que dejó huella, con sus apasionantes reportajes, a los españoles de una generación y ante todo un gran aventurero. En 1956 gracias a una beca pudo explorar durante tres años el Amazonas realizando clasificaciones etnobotánicas y empezó a emitir reportajes para TVE, que le nombró su primer corresponsal en Iberoamérica. Viajó por todo el mundo, siempre con libros y mapas en su maleta; cubrió las guerras de Vietnam, Eritrea y Congo, el golpe de Estado de Pinochet y la muerte del Che Guevara, y se convirtió en una referencia para toda una generación de periodistas.
Hoy hablamos con su hijo Rodrigo, que tuvo la inmensa fortuna de poder acompañar a su padre desde niño en muchas de sus apasionantes expediciones. Ha heredado su espíritu aventurero y afortunadamente puede dedicarse, como él, al periodismo, concretamente en la faceta de realizador de documentales de carácter histórico.
Hablemos de su vocación como periodista y fotógrafo, ¿quizá influenciada por su padre?
Bueno, la verdad es que tuve la suerte de poder acompañar a mi padre en sus viajes desde niño. Cuando tenía 9 años, estuve con mis padres durante seis meses descendiendo el río Amazonas –como en la novela “La Jangada” de Julio Verne- conviviendo con comunidades indígenas y aprendiendo los secretos de la vida en la selva. Desde siempre en casa estuve acostumbrado a las cámaras y al trabajo periodístico de mi padre y eso indudablemente me marcó a la hora de elegir mis estudios y mi profesión.
¿Puede ejercer su profesión con libertad?
Afortunadamente tengo la suerte de dedicarme a la realización de documentales de carácter histórico, donde las presiones de lo políticamente correcto son menores que en otros ámbitos periodísticos. Hoy en día, a diferencia de la época de mi padre en Televisión Española, los periodistas ya no son informadores sino opinadores. Los profesionales de la información se han convertido en tertulianos, acuden a los programas de radio y televisión para dar su opinión personal -sesgada y subjetiva- y no para informar. “Las malas personas no pueden ser buenos periodistas” decía el gran periodista polaco Ryszard Kapuscinski.
Si hoy en día defiendes ciertos ideales se te cierran muchas puertas…
Creo que un buen periodista debe tener la suficiente capacidad objetiva para poder informar al margen de su bagaje ideológico. Ahora parece que un “buen” periodista es sólo aquel que trata de poner en un aprieto o incomodar al entrevistado y desde mi punto de vista eso es un error. El periodista se debe ser capaz de dejar al margen su opinión personal y procurar por encima de todo ser honesto. Debe preocuparse por la calidad técnica de su trabajo, el sonido, la imagen para que sea el espectador o el lector quien saque sus propias conclusiones. Evidentemente, hoy en día ese rigor informativo apenas existe y pesa más en la balanza la carga ideológica del trabajo que se realiza. El lema que debería seguir al pie de la letra el periodismo es “la verdad antes que la paz”, como dijo Miguel de Unamuno.
¿La libertad de expresión es sólo para los de un lado?
Absolutamente. Desde el momento que por lucir o llevar con orgullo una bandera española te llamen “facha” ya están cercenando tu libertad, no sólo tu libertad de expresión, sino también tergiversando nuestra historia. Ese desmedido interés actual por querer resucitar nuestra Guerra Civil es sólo una muestra de la incapacidad absoluta de nuestros políticos por hacer frente a los verdaderos problemas que preocupan a los españoles.
La familia de mi padre, los Quadra-Salcedo y Arrieta-Mascárua, pagaron un elevado tributo de sangre en la guerra. Era una familia vasca muy numerosa formada por trece hermanos de los cuales cinco de ellos –incluido mi abuelo- murieron en la contienda: José Manuel, muerto el 2 de septiembre de 1936 en la liberación de Mallorca; Fernando, asesinado en Bilbao a bordo del barco-prisión “Altuna Mendi” el 25 de Septiembre de 1936; José María, caído el 11 de Agosto de 1938 en Peña Juliana, en el Frente de Teruel y condecorado póstumamente con la Medalla Militar Individual; Estanislao –mi abuelo-, Alférez de Ingenieros muerto el 23 de diciembre de 1938 en el Frente de Cataluña y Juan Carlos, capitán de Requetés, que murió 27 de Mayo de 1939 a raíz de la liberación de Madrid.
Pues bien, otro hermano –Tomás- comandante de ingenieros en la guerra, fue el padre de Tomás de la Quadra-Salcedo, Ministro de Administración Territorial en el primer gobierno de Felipe González. ¿Hay mayor reconciliación que esto? ¿A que viene resucitar ahora la Guerra Civil?. Hace algún tiempo Joaquín Leguina dijo algo muy acertado: “No se puede pretender ganar una guerra que se perdió hace 80 años” y eso es exactamente lo que están tratando de hacer.
¿Ha heredado, en cierta manera, el espíritu aventurero de su padre?
Por supuesto. Tenga en cuenta que durante treinta años tuve la suerte de poder acompañarle en los viajes de Ruta Quetzal, un programa para jóvenes de 16-17 años cuyo objetivo era precisamente descubrir las raíces comunes que tenemos la comunidad iberoamericana de naciones a través de un viaje iniciático de aventura siguiendo las huellas de esa historia que compartimos. A lo largo de esos 30 años, más de 12.000 jóvenes de más de 50 países tuvieron la oportunidad de compartir esa increíble experiencia.
¿Cual fue el legado que conserva de su padre?
El principal legado que conservo es precisamente ese interés por la historia, por los lazos que compartimos con nuestras naciones hermanas del otro lado del Océano Atlántico. Mi padre decía una cosa que es un gran verdad: “No se puede conocer la verdadera dimensión de lo que significa ser español hasta que no se conoce América”. Esa es sin duda su gran herencia, el conocimiento que tuve la oportunidad de descubrir y conocer a su lado. Otra lección de vida importantísima que me transmitió es que para ser feliz no hace falta muchas cosas. Bajar nuestro techo de necesidades es la mejor herramienta para lograr la felicidad.
¿Qué diría si viese hoy la situación política actual?
Pues sin duda le entristecería enormemente. Mi padre siempre pensó que España debería mirar más hacia América, un continente con el que compartimos historia, lengua y costumbres. El valor de la familia, el respeto por los mayores, el valor de nuestras tradiciones es una herencia fundamental que por desgracia aquí en España estamos perdiendo. En cualquier país de América sería impensable que una familia metiera al abuelo en un asilo porque la sabiduría de su experiencia tiene un valor incalculable en la educación de las nuevas generaciones.
¿Quiere añadir algo más como colofón?
Que ojalá España pueda recuperar la cordura. Que busquemos cosas que nos unen y no sólo las que nos separan. Somos un país maravilloso y tenemos que volver a ocupar el lugar que merecemos.
Javier Navascués Pérez