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(A la memoria de
D. Guillermo Alonso del Real Montes.
Sargento y maestro de Sargentos).

Se ha encalmado ya el mar
y las velas
se despliegan sobre un terso azul;
bajo un cielo limpio, navegan
esperanzas, fervores, temores… La luz
se asió poderosa,
primero a las jarcias de las galeras,
y baja abrazando sobre las cubiertas
impaciencias guerreras;
mientras los vigías
buscando peligros de Armada enemiga,
el horizonte otean…
¿Peligros de Armada enemiga en un Mare Nostrum?.
¡Peligros de Armada en un mar reducido
a mero “mar entre tierras”!.

* * *

Galeras, la luz, el mar…
El mar de la luz de Egipto.
El mar de la luz de Creta.
El mar de la luz de Biblos.
El mar de la luz de Atenas;
Madre-mar de luz en Roma
y abuela matrona en Grecia.
Mare Nostrum de Tartesos.
Mare Nostrum de Odisea.
Mare Nostrum de Sidón,
Gades, Cartago y Focea.
El mar madre.
El mar puerta.
El mar puerto de Occidente,
Mar de la Cultura nuestra.
Cultura y mar, trascendidos
en noble versión ibera:
Pacífico, Atlántico, Índico,
en “Maria Nostra” se abrieran.

* * *

…¡Ay!, mar de la luz del sol
y mar de la luna llena:
te anubla una media luna
aherrojándote en tinieblas;
esas tinieblas que vencen
cuando a las mentes violenta
la palabra que envilece,
el lenguaje que trastrueca,
el mensaje que empobrece
el pensar, en su grandeza.

* * *

Pero allá van las galeras.
Galeras que llevan vientos
llevando soldados ellas.
Soldados que llevan aires
de sol y de luna llena.
Sol : vida, luz y calor.
Luna de baladas tiernas;
baladas de vida y luz:
palabras de amor eternas.

* * *

Luz y palabra, … y el mar
y sobre el mar las galeras;
y en una de ellas, escrito
va su nombre : “La Marquesa”,
y Emperatriz fuera poco
porque ya su vientre gesta
quién El Parnaso conquiste
Quijote de Armas y Letras.

* * *

Ése que postrado en cama
en la matrona galera
por unas fiebres tercianas
que las sienes le golpean,
cuyos ardores le ahogan
abrasándole las venas,
enervándole los nervios,
resecándole la lengua,
doloriéndole las juntas
de huesos hasta la médula,
desasosegando el alma …,y,
aunque sus ojos se cierran,
no es descanso su sueño
sino agotarse sin fuerzas
y agotarse en agitarse
y agitándose despierta.

* * *

¡ Despierta!.
Despierta, sí, que ha oído :
¡Arma!. ¡Alarma!, ¡A cubierta!.
¡El enemigo a la vista!.
¡El enemigo se acerca!.
¡Despierta!, dice su adentro,
y alertándole, despierta.
Despierta su mente nombres
y ecos y acentos de alerta.
¡ Despierta ¡.
¡Desperta ferro¡ gritaban
gentes de la hispana tierra
que allí cerca de Lepanto
probaron con su braveza
iras contra las traiciones
que piden venganza y guerra.
Despierto está; ya su mente
va sustentando sus fuerzas
con la herencia de la Historia
que, por ser Historia hecha,
ya no puede deshacerse;
y menos llamarla muerta
cuando la memoria vive
deberes de amor con ella.

* * *

(Que aunque algunos ¡pobrecitos!,
pintarrajeándola crean
que no podrá conocerla
“la madre que la pariera”,
siempre que se han alzado
Witizas con parentelas,
buenos Pelayos criaron
aquellas cumbres roqueñas
aquellos Picos de Europa
preñados de raza vieja
cantabroastúrica, brava,
devota de la proeza.
Tierra de gentes de un temple
que a Augustos sólo se enfrena;
hermanos del holocausto
de la Numancia que fuera
culpada porque a leales
del gran Viriato acogiera:
-buena paga le dio Roma
a la mano traicionera
que a Viriato asesinara
de noche mientras durmiera-)

* * *

Ya ha despierto, no duerme
Miguel Cervantes Saavedra.
En su honor sería traición
la excusa, estando cerca
el abordaje, y no quiere
él malbaratar la herencia
de águilas, toros, leones
y hombres de la tierra ibera.

* * *

-Pero, ¿dónde vas, Miguel?,
preguntaron a su espalda.
-A cumplir con mi deber
que ya somos en batalla.
-No te puedes sostener
que la fiebre te maltrata.
-Más me maltrata yacer
sin hallar remedio en nada.
-Si no puedes con tu cuerpo.
-Bien puede con él mi alma.
-…Apenas si te sostienes
sobre tus piernas, y abrasa
de fuego febril tu frente.
-Fuegos y frentes son hoy
aquellos que arriba aguardan…
Otro camarada acude…
…no pueden con su fervor.
Ambos apelan a otra
autoridad superior.

* * *

Su Capitán ha llegado,
y con razones confía
convencer de su porfía
a su buen subordinado,
a quién ha visto postrado
las anteriores semanas;
mas, son sus razones vanas
a pecho tan adornado:
-Sabed que no es necesario
por ser la tropa bastante.
No podréis estar constante
en estado tan precario;
y es pasar lo temerario
no ver lo más previsible :
que en este día terrible
el puesto que os asignara,
por vuestra fiebre, quedara
a riesgo de indefendible.
-No, mi Capitán, que no.
Bulle en mi pecho la honra
de mi sangre, y la zozobra
en genio, fuerza y valor,
y aunque la fiebre es mengua
me ayudo de la memoria
a reforzar la contienda.
Que en Numancia se vio
-y lo cuentan los romanos-
darse al fuego los sorianos
antes que darse vencidos;
por tanto no está en mi mano
la elección : ¡está elegido!…

* * *

El Capitán accedió
vibrante, pues ese brío
nacido en tal señorío
lo reconoció en su yo;
y así, seguro, confió
a Don Miguel de Cervantes
un lugar de mayor riesgo:
el esquife de la nave
y doce hombres le dio
para que dirija y mande.

* * *

En Lepanto hallóse defendiendo
Fe, Patria, Rey, y a Occidente;
y portándose allí como valiente,
cautivo en Argel lo siguió siendo.
En su espejo se mira el combatiente.
El combate de su vida fue escribiendo
magnánimo y leal, aún padeciendo
los olvidos y envidias de la gente.
Por tu obra más perenne que la piedra,
por tu obra, del idioma monumento
más tenaz en su frescura que la hiedra,
por el mando que ejerciste, yo me siento,
Don Miguel de Cervantes Saavedra,
¡ A tus órdenes siempre, mi Sargento!.

Javier Melchor de Abajo Medina.