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A principios de 1840 la I Guerra Carlista tocaba a su fin. Tras el convenio de Vergara, los batallones vascongados, castellanos y  navarros quedaron desmovilizados o pasaron la frontera.

Pero todavía seguía en pie el ejército carlista de Aragón y Valencia, rebautizado como “Ejército del Centro” al mando del general Ramón Cabrera, natural de Tortosa y conocido como “el tigre del Maestrazgo” por sus proezas en esta comarca montañosa situada entre las provincias de Teruel y Castellón.

El “Ejército del Centro” todavía contaba a principios de 1840 con 21000 soldados de infantería, 2115 caballos y 180 cañones. Era una fuerza, pues, todavía considerable, al menos sobre el papel. Y a ello hay que añadir los restos del ejército de Cataluña, unos 5000 hombres, que también fueron puestos bajo las órdenes de Cabrera por una orden de Don Carlos, desde Francia, el 9 de enero.

Obviamente, ni Cabrera ni Don Carlos reconocían el convenio de Vergara. El general Cabrera estaba dispuesto a luchar hasta el fin al frente de sus fuerzas a pesar de la crítica situación operativa sobre el terreno ya que Cabrera tendría que afrontar ahora la ofensiva de los ejércitos liberales del Centro y del Norte, con una fuerza mucho mayor que la suya.

Cabrera pensaba convertir el Maestrazgo en una fortaleza y mantener la resistencia hasta que se diera un nuevo levantamiento carlista en Navarra y Vascongadas, por quimérico que pueda parecer este planteamiento visto en perspectiva.

El ejército liberal al mando del general Espartero puso asedio el 23 de febrero al pueblo de Castellote, en el Bajo Aragón que contaba con una poderosa fortaleza en una posición muy escarpada. El asalto fue muy duro y los liberales sufrieron muchas bajas a causa de los tiradores carlistas. Solo un devastador bombardeo artillero consiguió acabar con la resistencia de los hombres de Don Carlos, no sin tener que lanzar un último asalto afrontando una durísima resistencia. Ambos ejércitos españoles rivalizaron en valor.

El célebre historiador liberal coetáneo Pirala reconoce “el heroísmo de los bravísimos carlistas”.Ambos ejércitos sufrieron más de 300 bajas cada uno. Otro escenario donde los carlistas llegaron al límite de lo humanamente posible fue en la defensa del castillo de Aliaga, defendido por el comandante don Francisco Macarulla. El ejército liberal del general O Donell tuvo que bombardearlo, con más de 3000 proyectiles, sufriendo a su vez fuertes bajas.

Numerosas localidades de las provincias de Teruel y Castellón fueron conquistadas por los liberales en esta época en medio de duros combates como el de la toma de Alpuente.

Finalmente Morella, la capital del Maestrazgo, bastión del general Cabrera, fue tomada por el ejército liberal del general Espartero a finales de mayo, tras un durísimo asedio, donde los cañones liberales dispararon más de 7000 proyectiles. El heroico defensor Don Pedro Beltrán pudo escapar.

Tras algunos combates finales en Cataluña, los restos del ejército carlista, con Don Ramón Cabrera a la cabeza, se adentraron en Francia a principios de julio. Así terminó la heroica resistencia de unos hombres que lucharon hasta el final por una bella causa perdida.

Rafael María Molina. Historiador