
Todo el que obvie la ideologización cultural introducida por el marxismo, o es un loco, o un necio, siendo abundantes los referentes que podemos destacar y que cualquiera, por poco que conozca la materia, habrá escuchado en alguna ocasión: Braudel y los Annales en Francia, Luzuriaga en España, la escuela de Frankfurt con Adorno o Horkheimer, o Gramsci en Italia, entre muchos otros.
Los medios de comunicación de corte conservador han encontrado una mina de oro con el término cada vez más empleado del marxismo cultural. No en vano, describe el pensamiento surgido de los anteriormente mencionados, y es sin duda fuente de conocimiento para todo aquel que desee comprender al menos una parte del sistema en que nos encontramos.
Ahora bien, de la información o los titulares sugerentes a la manipulación mediática, hay un muro que nunca debió ser cruzado. De este modo, podemos encontrarnos con titulares como “VOX hace lo que nunca hizo el PP: cuestionar el marxismo cultural” según afirmaba -previamente al pacto de gobierno en Andalucía- el gurú económico liberal Francisco José Contreras. Lo que no especificó Contreras es si este cuestionamiento se dirigía exclusivamente al marxismo cultural o a toda ideologización cultural, comprendiendo también el liberalismo cultural. Y es que, en palabras del Instituto Juan de Mariana, puntera institución liberal en nuestro país “la izquierda ha sido hábil y poderosa en secuestrar para sí no pocos movimientos, como sucede con el que defiende los derechos de los homosexuales”.
No deja de ser curioso como esta gallina de los huevos de oro llamada marxismo cultural, hace referencia en el entorno conservador a la agenda de género, promiscuidad, destrucción de la familia, control de natalidad y mortalidad…etc, contraponiéndolos a los cada vez más abundantes “derechos” sexuales y reproductivos.
Pero si estudiamos sus ámbitos fundamentales de aplicación, llegamos a una conclusión definitiva y es que todos estos aspectos son propugnados tanto por el marxismo -repetido hasta la saciedad-, como por liberalismo -esto inexplicablemente ocultado por el conservadurismo-.
Realmente, se dan en este sentido grandes ¿avances? históricos del liberalismo como son la generalización divorcio desde los siglos XVIII Y XIX -cuando todavía no existía Podemos- o la prolífica legislación eugenésica y de esterilización masiva como control de la población. En cuanto a la anticoncepción, cita Juan Manuel de Prada la pretensión del economista liberal David Ricardo: “Si conseguimos que la prudencia y la previsión sean percibidas como virtudes necesarias y ventajosas, nos iremos acercando gradualmente a un Estado más estable y más sano”.
El tan criticado adoctrinamiento de género ha sido promovido e incluso impuesto por el PP Azul, concretamente bajo la llamada Ley Cifuentes, al establecer que “La Consejería competente en educación incorporará la realidad lésbica, gay, bisexual […] en los contenidos de formación de todo el alumnado de Madrid”. Se dice también que uno de los fines del marxismo cultural es la destrucción de la familia. El 29% de las mujeres afirma que solicita el divorcio a causa de la infidelidad, en muchos casos debida a la prostitución. Para C`s “la respuesta valiente, progresista y liberal” a esta cuestión no es otra que “legalizar la prostitución”, otorgando así carta de naturaleza con efecto docente y modélico en la sociedad a un mal intrínseco. ¿Acaso la prostitución o el divorcio fomentados por el liberalismo no implican la destrucción de la familia?
No se pueden pasar por alto los derechos sexuales y reproductivos, y es que el programa del Partido Libertario (P-Lib) “apoya decididamente la reforma legislativa que ha situado a España como uno de los países más avanzados en cuanto a los derechos y libertades de las personas homosexuales y bisexuales”. A la hora de hablar de la eutanasia, se hace necesario citar a una primera espada del liberalismo español, Juan Ramón Rallo, firme partidario de que “cada individuo es el titular del derecho sobre su propia vida y, en consecuencia, impedirle terminar con ella es otra forma de conculcar su derecho a la vida.”. Otro de los aspectos, pero no el último, que se encuentra en esta amalgama es el del aborto, debate sobre el que no suele haber grandes disputas entre marxismo o liberalismo culturales, más allá de su gradualidad a la hora de aplicarlo. Así, mientras el neoliberalismo del del PP Verde declara que no será “quien le niegue esa posibilidad” a una mujer en caso de violación, comparte con el PP Azul el “consenso social mayoritario” del que goza la ley del aborto de 1985, siendo las diferencias con el ¿marxismo? cultural exclusivamente graduales.
En muchas ocasiones hemos asumido el marxismo cultural como un cliché que empleamos al tratar ciertos temas o un slogan de marketing político. Pero llamar a la decadencia marxismo cultural no deja de ser un recurso al autoengaño, y lo que es peor, esconde una intencionalidad: inculcar en las conciencias que todo programa actual de ingeniería social proviene de la izquierda, siendo su alternativa ideológica la solución al problema. Pero, como ya dijo el liberal Gary North, “El marxismo cultural es para el marxismo lo que el modernismo teológico es para el cristianismo. Cualquiera que considere el marxismo cultural como marxismo no ha entendido nada de marxismo”, lo que confirman pensadores del citado (y mal llamado, en palabras de Daniel Marín) Instituto Juan de Mariana, al reclamar que “cualquier genuina libertad, como la sexual, es una genuina causa liberal”.
El reconocimiento de la dignidad y fin de la persona como ser creado, y por tanto, la aniquilación de las ideologías y del modernismo teológico descrito por North, es un argumento que muchos rechazan por “ser un partido y no una orden religiosa”. Como si todo problema actual no tuviese su raíz en el abandono de nuestro ser y deber netamente cristiano y por tanto católico. Pero esto, es ya otro tema. Son tronos a las causas, cadalsos a las consecuencias, de las que ya se lamentaba y avisaba de nuevo Pio XI en “Divini Redemptoris”: “No habría ni socialismo ni comunismo si los gobernantes no hubieran despreciado las enseñanzas de la Iglesia; pero prefirieron construir sobre las bases del liberalismo y del laicismo”.
José María Carrera