
Resulta obvio que pretender comprender los misterios de las maravillas que Dios prepara para las almas bienaventuradas en el Cielo con nuestra limitadísima inteligencia humana resulta imposible. Pero a pesar de ello podemos reflexionar sobre lo que nos dicen al respecto los Doctores de la Iglesia y Santos de probada doctrina.
El canónigo español don Gregorio Alastruey dedica al tema un capítulo en su obra «Tratado de la Virgen Santísima», publicada en 1957 por la Biblioteca de Autores Cristianos y considerada una de las mayores obras mariológicas publicadas en español durante el siglo XX.
La gloria de la Santísima Virgen en el Cielo supera en mucho a la de todos los bienaventurados juntos, sean ángeles, sean hombres. ¿Que diré de tus delicias, oh María?
Si ni el ojo vio, ni el oído oyó,ni el corazón del hombre sospechó lo que ha preparado Dios para los que le aman ¿quien podría decir lo que preparo a la que le engendró y sin duda le amó más que todos?, dice Santo Tomás de Villanueva.
María constituye en los cielos un orden especial y una jerarquía superior a todos los coros de los ángeles y los santos. Así la Virgen, levantada sobre las almas de los santos y los coros de los Ángeles, supera los méritos de cada uno y los títulos de todos.”, dice San Pedro Damián.
El cuerpo de la Virgen María brilla en el Cielo con una belleza y un resplandor absolutamente radiantes pues cuanto más unida está el alma a la luz de Dios Nuestro Señor, tanto es más hermosa, clara y resplandeciente la carne que anima. Pues bien, el alma de la Virgen está sumergida en la luz divina más radiantísima y profundísimamente que puedan estarlo todas las criaturas juntas, nos dice el Padre Alastruey.
La presencia y vista de la Virgen en el reino de los Cielos aumenta inefablemente el gozo de los bienaventurados en el Cielo, nos explica el Padre Alastuey citando a San Bernardo y a San Pedro Damiano. Y es que los bienaventurados aman ardientemente a la gloriosa Virgen porque son conscientes de como el inmenso amor que la Santísima Virgen siente hacia cada uno de ellos supera con mucho a todo el amor que los bienaventurados se tienen entre sí y ellos la corresponden ensalzándola jubilosamente pues la miran como a Madre de Dios toda hermosa y adornada con los resplandores de una santidad perfectísima.
También la aman intensamente porque en el Cielo cada alma será consciente de todo lo que la Virgen hizo en orden a su salvación y de que para esa salvación le deben más a ella que a todos los santos juntos. Entonces sabremos con detalle todas las gracias que nos otorgó por su intercesión y todas las veces que nos libró de peligros para la vida o el alma. O quizá de que Ella impidió nuestra muerte en pecado grave y nos consiguió de Dios más tiempo para nuestra conversión, impidiendo así la condenación que habíamos merecido.
Todo ello nos hará amarla y honrarla con mucha emoción y una gran intensidad filial como los niños pequeños aman a sus madres, nos explica el Padre Alastruey. La Virgen se alegra enormemente de la salvación de los bienaventurados igual que una madre en la tierra siente gran alegría de los éxitos de sus hijos
“Pura madre de Dios, Reina de Cielos y Tierra,más excelsa y santa que los querubines y serafines, más gloriosa que todos los ejércitos celestiales”, dice San Efrén. “Con la presencia de María la patria celestial se ilumina y resplandece más, bañada con el resplandor de la lámpara virginal”, dice San Bernardo.
Rafael María Molina
Mensaje del LIBRO DE LA VERDAD de Dios Padre:
Miércoles 27 de junio de 2012 a
Hoy Yo revelo a todos Mis hijos Mis planes futuros para los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra.
Cuando ellos se fusionen en Un solo Glorioso Paraíso habrá doce naciones.
Estas naciones estarán compuestas de algunas naciones en el mundo que me han mostrado lealtad a Mí, Dios el Padre, a Mi Hijo Jesucristo y a la Madre de Dios, la Reina del Cielo.
Aquellas dispersas, serán reunidas para unirse a aquellas otras naciones como una sola, unidas como una Santa Familia.
Mi Voluntad será honrada. Todos vosotros tendréis el don del libre albedrío pero estará entrelazado con el Mío. Solo entonces la verdad del Paraíso será verdaderamente revelada.
Mis doce naciones están simbolizadas en las doce estrellas en la mujer en el Libro del Apocalipsis.
La mujer es la Madre de Dios y ella usa las doce estrellas para simbolizar dos cosas.
Los doce apóstoles que ayudaron a Mi Hijo a establecer Su Iglesia en la Tierra.
Las doce naciones especialmente elegidas formarán la única, verdadera y apostólica Iglesia en la Nueva Tierra, cuando el Cielo y la Tierra se fusionen como uno solo en Mi Nuevo Glorioso Paraíso.
Este es el momento que he estado esperando pacientemente.
Mi Divina Voluntad, que creó el Paraíso para Adán y Eva y el cual fue arrojado a un lado, por causa de la tentación del maligno, ahora se cumplirá y entonces esta vez el Paraíso será perfecto.
Mi Hijo, Rey de la Humanidad, Rey del universo, reinará sobre Mi Nuevo Paraíso en la Tierra.
Él designará líderes en cada nación, todos juntos, unidos por Mi Divina Voluntad.
Las gentes de esas naciones honrarán a Mi Hijo en la forma que se le debe honrar, la única forma, en paz y amor mutuo.
Su Bendita Madre, la Madre de la Salvación, fue coronada Reina del Cielo y también reinará como Reina del Nuevo Paraíso.
Su Coronación en el Cielo fue una Manifestación Divina muy especial de su labor en el futuro de la salvación del mundo.
Ella fue coronada con Gran Honor y Esplendor por la labor que ella desempeñó, no solo como la Madre de Dios y como Esposa del Espíritu Santo, sino como la Madre de la Salvación, a la que le fue dado el poder de destruir a Satanás.
Fue Mi Bienamado Hijo quien amorosamente colocó la corona de doce estrellas sobre la cabeza de la Madre de Dios en su Coronación.
Será Mi Hijo quien colocará la corona sobre su cabeza en el Nuevo Paraíso como la Reina de todos los hijos de Dios.
Mi Plan Divino para salvar a la humanidad ya ha comenzado.
Es Mi deseo que esta Misión me ayude a reunir a las almas perdidas en cada rincón de la Tierra y a salvarlas del enemigo, antes de que sea demasiado tarde.
Mi Divina intervención probará Mi amor por todos Mis hijos.
Nada es imposible. Nada es imposible en Mi batalla contra el ejército de Satanás.
Yo os traeré un nuevo mundo que os asombrará en toda su magnífica gloria. Está listo.
Su belleza y esplendor está más allá de la capacidad humana de imaginarlo.
Cuando lo presenciéis, vosotros tendréis vida eterna.
Rezad para que aquellos pobres hijos Míos, que no creen en Mí, Dios el Altísimo, que no obedecen Mis Leyes y que cometen terribles atrocidades los unos contra otros, se arrepientan.
Yo no quiero perder ni a uno solo de Mis hijos.
Ayudadme a traerlos a esta maravillosa y gloriosa heredad. Desafortunadamente, debe ser por su propio libre albedrío.
Yo os amo hijos, con una pasión desconocida para la humanidad.
Venid a Mí a través de Mi Hijo, como uno solo.
El momento para el Nuevo Paraíso en la Tierra está muy cerca, pero a vosotros se os ha concedido el tiempo para ayudar a convertir a la humanidad a través de esta Misión del 7° Ángel en la Tierra que trabaja con Mi Hijo para traer a Mi familia hacia Mí.
Vuestro Amoroso Padre
Creador de todas las cosas visibles e invisibles
Dios el Altísimo
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Imitación de María
«En mi modesta opinión y lejos del peligroso sondeo de los misterios divinos, me parece que puedo identificar en estas doce estrellas quizá sin incongruencia las doce prerrogativas con que está adornada María: prerrogativas del cielo, prerrogativas de la carne y prerrogativas del corazón. Si este número tres lo multiplicamos por cuatro, probablemente tendremos las doce estrellas, que hacen brillar la corona de nuestra Reina a los ojos de todos. Para mí, el fulgor resplandece en la natividad de María, en la anunciación, en la intervención del Espíritu Santo, en la inefable concepción del Hijo de Dios. Ustedes, en la medida de su diligencia, podrán profundizar mejor el tema. A mí me basta haber señalado tan sólo algunas consideraciones. Pero, si se quiere ahondar más en el significado místico de las doce estrellas, léase el discurso de San Bernardo, que comienza así: «Un gran signo apareció en el cielo».
? Tomás de Kempis