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Creo en la Iglesia, que es una, santa católica y apostólica.
Del Credo niceno-constantinopolitano

Efectivamente, en los primeros siglos, la Iglesia tuvo que emplearse a fondo en las tácticas defensivas, es decir en la Apología. Al tiempo que se construía la Iglesia hacia dentro, empleó ésta a sus mejores efectivos en defenderse del acoso exterior: porque era sumamente difícil que el mundo la dejase desarrollarse. Ahí están las catacumbas, y ahí las sangrientas persecuciones. El rechazo de la sociedad era tremendo. Como el que sufre hoy, pero más visceral. Hoy predomina entre los adversarios de todo género la táctica de la tolerancia: te soporto, pero sepas que no sólo no me gustas nada, sino que hasta te odio. En este sistema hemos de sufrir también la guerra a muerte pero incruenta. Una guerra que está desgastando a la Iglesia de una manera tremenda: porque la táctica pastoral dominante es no oponer resistencia, antes al contrario, mimetizarse todo lo posible con el enemigo. Y no, es evidente que esta táctica no es nada buena. La prueba está en que no para de retroceder y de menguar hoy la Iglesia; mientras que las persecuciones de los primeros siglos (y sobre todo la valiente respuesta de los cristianos) la hicieron crecer y robustecerse. Prueba evidente de cuál es la táctica correcta y cuál la incorrecta.

Hemos de ser conscientes de que somos odiados, despreciados, vilipendiados. No sólo los católicos del establishment, sino también los fieles y los curas de a pie. Y la pregunta que surge ante esta situación, es: ¿no tendría que atender tanto la doctrina (catequesis, homilías…) como la pastoral, a este factor tan decisivo a la hora de vivir nuestra fe, de manera que seamos percibidos como católicos, dando así un claro testimonio? Porque si el entorno es hostil, la primera reacción natural es la ocultación, el procurar que nuestro entorno no note que somos católicos. Si no tenemos ningún género de defensas ante la hostilidad ambiental, esa es la reacción inevitable. Si vamos desarmados, ¿no será lo más prudente evitar cualquier roce? ¿Dónde estamos pues? ¿En una Iglesia clandestina, que sólo tiene derecho a desenvolverse en la más absoluta privacidad de las iglesias, o mejor aún de las sacristías?

Tan escandalosa es esta situación, que los católicos del staff, curas y monjas, frailes y obispos, procuran ocultar su condición de eclesiásticos porque les incomoda que los identifiquen como tales, que los vean como gente de Iglesia. Hasta hay quien se guarda la cruz pectoral en el bolsillo para no desentonar. Nos lo muestran las fotos. ¿Qué puede hacer pues, un católico de a pie ante este panorama?

Eso significa que a la pastoral de hoy le falta el elemento apologético. El católico ha de saber defender su fe ante los que la atacan y ante los que la ridiculizan. No parece una buena táctica seguir con la misma estrategia y con la misma pastoral de cuando el catolicismo era la religión universal, no puesta en duda por nadie, y cuando lo raro era que alguien no fuese a misa los domingos o pasase de la asignatura de religión. No es un acierto actuar como si nuestra moral siguiese siendo la moral universal. Si te han arruinado el campo derramando en él toneladas de sal, no puedes seguir sembrando como si tal cosa. Milagro será que esa siembra no resulte totalmente estéril. Por eso los hay (y no pocos) que ni siquiera se molestan en sembrar. La solución obvia no es dejar de sembrar, como hacen tantos, ni tampoco seguir sembrando como se venía haciendo antes de envenenar el campo (son muchos los instalados en esa táctica), sino volver a roturar, aún más hondo, para hacerlo fértil de nuevo.

Si bien los miembros de la Iglesia deberíamos estar en el pensamiento único, hay que entender que el mundo en que hemos de actuar no es ya de pensamiento único cristiano, como hasta hace medio siglo, sino que está luchando con enorme virulencia por imponer incluso a la Iglesia, su propio pensamiento único y su propia moral, una auténtica inmoralidad desde la perspectiva de la moral católica.

Hoy ya no basta el esfuerzo ciertamente meritorio que viene haciendo la Iglesia desde hace decenios por armonizar razón y fe, ciencia y fe. Ni el empeño por la unión de las distintas confesiones cristianas bajo la autoridad del Sumo Pontífice romano (crec en l’Esperit Sant, la santa mare Església catòlica, apostòlica i romana, seguimos cantando en Cataluña). Tal como está hoy la comunidad eclesial es mucho más lo que necesitamos. Hemos de volver a la apología -lo que hoy se llama Teología Fundamental-, a la defensa de la Iglesia, de su doctrina y de su moral ante el mundo.

Hoy, un cristiano bien preparado, con la clase de catecismo y de teología que hoy se necesita, ha de ser capaz de defender con coherencia y firmeza su posición antiabortista, su defensa del matrimonio cristiano indisoluble, su posición contra la eutanasia, su posición contra la sodomía, su convicción de que la Iglesia es uno de los grandes dones que nos ha dado Dios no sólo a los católicos, sino a toda la humanidad. Todo esto, añadido a lo que se le enseña en la catequesis ordinaria (en la que se incluyen las homilías). Porque si hoy el cristiano no es capaz de responder con claridad y firmeza a los ataques que le vienen por esos flancos todos los días, mostrando la credibilidad de su fe, anda bien perdido: más le vale pasar inadvertido, no hacerse notar, callar y disimular. Porque no es el caso de dar la cara para que te la partan. Y ésa no es una forma demasiado acertada de ser cristiano. No hemos de avergonzarnos de la cruz, no hemos de esconderla.

¿Pero qué posibilidades tenemos de que la Iglesia asuma una actitud apologética ante el mundo que se esfuerza en aniquilarla? ¿Y posibilidades de que esta actitud se traslade a la catequesis ordinaria, que sea parte de la formación de todo cristiano, empezando por los niños de primera comunión, continuando por los adolescentes de confirmación, siguiendo en la preparación matrimonial y rematando en la predicación? ¿Son altas las posibilidades de que esto sea así?

La respuesta no es nada alentadora. Porque, volviendo al credo, et unam, sanctam, cathólicam et apostólicam ecclesiam. ¿Una? La división interna respecto a todas esas doctrinas contra las que combate el mundo, es de escándalo. Lo de cathólicam, frente a tantos particularismos, deberíamos obviarlo aquí Cataluña. Tampoco en esto hay unidad. Y lo de apostólicam… Están prácticamente censuradas para la predicación no pocas páginas del mismo apóstol Pablo. Páginas demasiado explícitas y transparentes.

La gran pregunta es por tanto: ¿Qué puede o qué debe enseñar hoy la Iglesia? Al menos eso deberíamos saberlo los curas.

Custodio Ballester Bielsa, pbro.
www.sacerdotesporlavida.info

2 Comentarios

  1. Mensaje del LIBRO DE LA VERDAD de Nuestro Señor:

    Martes 19 de noviembre de 2013

    En muchas vidas Cristianas, He llegado a ser como un pariente embarazoso Quién debe ser atendido, de vez en cuando, pero mantenido fuera de la vista, en todo momento. Así es como muchos de los que han nacido Cristianos, y que se han alejado de Mí, Me ven ahora. Yo Soy de poca importancia y, sin embargo, cuando se encuentran en problemas, ellos Me llaman, involuntariamente, ya que es una segunda naturaleza para ellos.

    ¿Por qué, oh, por qué, no me pueden aceptar? ¿Qué ha separado al hombre de Mí?¿Por qué Mis siervos sagrados fracasaron en llevarlos hacia Mí? Mi sufrimiento es el mismo hoy así como lo fue durante Mi Pasión y ahora, aquellos que han permanecido fieles a Mí, en breve me abandonarán. Ellos harán esto porque empezarán a volver a evaluar su conocimiento de Quién, exactamente, Yo Soy y lo que realmente significa Mi Alianza -todo a causa de las herejías por venir.

    Todo homenaje a Mí, en Mis Iglesias, pronto será reducido a una simple inclinación de cabeza en Mi dirección. Ellos dejarán de hacer la genuflexión ante Mis Tabernáculos. No se postrarán delante de Mí o de rodillas, ni rezarán delante de Mi Cuerpo en la Cruz, porque que no será Mi Imagen la que se les pedirá venerar. Seré flagelado y se me hará parecer ridículo. Mis Palabras se convertirán en la más peculiar verborrea y la Verdad de Mi muerte en la Cruz será rechazada.

    Mi Presencia está todavía en la Tierra en este momento. No debéis abandonarme, porque cuando lo hagan, Mi Luz se extinguirá y entonces seréis engullidos por la oscuridad. Sólo aquellos que permanecen fieles a Mí, pueden conservar Mi Llama y cuando la Luz de Mi Iglesia en la Tierra sea reducida a sólo una tenue luz –entonces el último llamado será escuchado desde el Cielo. En ese día Yo recogeré a los Vivos. El resto se dejará con los enemigos de Dios a quienes dieron su lealtad. Ningún gozo experimentarán después de eso.

    Vuestro Jesús

    Leer más: http://m.elgranaviso-mensajes.com/news/a19-nov-2013-en-ese-dia-yo-recogere-a-los-vivos/

  2. “¿Pero qué posibilidades tenemos de que la Iglesia asuma una actitud apologética ante el mundo que se esfuerza en aniquilarla?”. “La prueba está en que no para de retroceder y de menguar hoy la Iglesia”. Bien, si la Iglesia, como es de experiencia de trescientos años a esta parte, viene retrocediendo a pesar de haber contado con Papas, obispos, sacerdotes y teólogos sabios y virtuosos, que no pudieron evitar la acción destructora de la masonería interna y externa a la Iglesia, o, más exacto, el ataque sistemático y extremo del demonio; en otras palabras, si la Iglesia no puede por si sola enfrentar debidamente al enemigo, es señal evidente que han llegado tiempos escatológicos, finales, en los que la batalla es librada por la Virgen, la Señora Vestida de Sol, contra las fuerzas del infierno. Es el tiempo en que debe cumplirse el anuncio de la Virgen en Fátima: “Al fin triunfará Mi Corazón Inmaculado”. Anuncio que es confirmado y explicado por los mensajes dados por la Virgen en sus manifestaciones extraordinarias, caso de los mensajes dados al P. E. Gobbi para el Movimiento Sacerdotal Mariano, o los que dan Jesús y María en San Nicolás (Argentina) desde hace treinta y cinco años sin interrupción. De todo lo cual podemos entender que la Iglesia debe apelar al auxilio de su Madre y Reina, Madre de Cristo, a fin de no sólo derrotar al enemigo de modo absoluto y definitivo, sino además preparar los caminos y demás construcciones del Reino que asumirá Cristo en plenitud cuando Él vuelva. Lejos de ser tiempos de calamidad para la Iglesia y para la humanidad, éstos son tiempos de una trascendencia sólo comparable a los tiempos de Cristo en su Primer Venida. Concluye la humanidad que viene desde la caída original, que ahora comienza a manifestar el “hombre nuevo” nacido en el bautismo, emerge bajo la potente Luz de la Aurora de la Virgen, Ella irradia y nos participa la Gloria de Cristo que se aproxima al horizonte de la Iglesia y de la humanidad: “Ven, siéntate a mi diestra hasta que hayan sido puestos tus enemigos debajo de tus pies” ( Mat 22,44). María esta venciendo a satanás. “Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces os manifestaréis en gloria con Él” (Col.3,4). En la medida que la Iglesia se convierta a María, lo cual es convertirse más plenamente a Cristo, la Iglesia volverá, nos dice la Virgen, a refulgir como una brillante estrella. No hay Cristo sin María, ni hay Iglesia sin María. Es necesario que la Virgen sea reconocida en su Misión fundamental frente a la Iglesia, como Conductora del actual combate contra el demonio y Aurora que prepara las condiciones para la Segunda Venida de Cristo.

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