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España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la península. Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos y a través de comunes azares y mutuas lealtades esta gran patria española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.
 
Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el reino de Dios en la paz de las almas, redimidas por Vuestra Sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley; reconocemos que tenéis por blasón de Vuestra Divinidad conceder participación de Vuestro Poder a los Príncipes de la tierra y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.
 
Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna: luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia, todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.
 
Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la Ciencia y de las Letras, y en nuestras leyes e instituciones patrias.
 
Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que tantos pueblos ha desangrado; continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia. Desde estas alturas que para Vos hemos escogido, como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios todos para que en la pacifica armonía de todas las clases sociales, encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo.
 
Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la Nación y defensa del Derecho. Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida, pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de Vuestro Amor y en el regalado seno de Vuestro Corazón Adorable. Así sea.

Este es el inolvidable texto que leyó el Rey Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919 en el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús en el término municipal de Getafe, en el corazón geográfico de España. Era la Solemne Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. En el acto estuvo presente el Gobierno en pleno, así como las autoridades militares y todos los obispos del país, junto a miles de personas llegadas de toda la nación.

El principal promotor político de tan solemne y trascendental acto fue el entonces presidente del Gobierno, D Antonio Maura y Montaner. Político sinceramente católico y patriota, afrontó y resistió con éxito las presiones en contra de todo tipo que intentaron que no se llevara a cabo la Solemne Consagración. El Partido Liberal, muy influenciado por la masonería y principal antagonista político de D Antonio Maura y su movimiento maurista, calificó el acto de “abierto desafío al liberalismo y a la democracia”. Toda la izquierda política y sindical intentó que no se llevara a cabo pero los 2 principales líderes de aquel Gobierno, el presidente Maura y su aliado político D Juan de la Cierva, apoyados por el rey Alfonso XIII se mantuvieron firmes y este se materializó finalmente el 30 de mayo de 1919, gozoso y glorioso día para España.

España fue la cuarta nación del mundo en consagrarse solemnemente al Sagrado Corazón desde que el Papa Leon XIII, gran devoto del Sagrado Corazón, consagrara solemnemente a toda la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús en 1899. La masonería nunca perdonó a Alfonso XIII la Consagración y le pasó la factura en 1931. En 1936 el marxismo destruyó el Monumento pero la Providencia hizo que unos pocos años más tarde éste fuera reconstruído aún con mayor majestuosidad que la que antes poseía

No olvidemos que para Dios Nuestro Señor no hay tiempo sino Eternidad por tanto para Él las cosas no caducan y mucho menos un acto tan solemne y trascendente como la Solemne Consagración de una nación, en este caso, España, cuya historia y cultura están íntima e indisolublemente ligadas a la Religión Católica. Solemne Consagración que ha protegido desde entonces y seguirá protegiendo a España. Conmemoremos pues con emoción y gozo 100 años después esta Solemne Consagración y hagamos votos para que se renueve pues nuestra Patria sigue necesitando, y más que nunca, la protección de Nuestro Señor Jesucristo, Dios y Señor de la historia.

Rafael María Molina. Historiador.