
Cuando se cumplen ochenta años de la rendición de Menorca a los nacionales, conviene recordar lo que allí ocurrió al comienzo de nuestra contienda 1936-39. Para ello viene bien acudir a la descripción que hizo Deseado Mercadal Bagur de las masacres de La Mola (Mahón – Menorca) en Agosto de 1936. Aunque podría suministrar muchos más datos de los que se plasman aquí, he elegido el relato de la persona citada, porque creo que para los escépticos y desmemoriados históricos hoy tan de moda, este relato tiene un doble valor: por un lado, Mercadal estaba presente en Mahón durante los hechos y entrevistó a varios de los protagonistas de tan terribles hechos, ni que decir tiene que sus ideas frentepopulistas eran totales –tal vez de ahí que se observe en el relato una imposible búsqueda de atenuantes a semejante carnicería–, y, por otro, el hecho de que tras exiliarse de Menorca cuando la isla se rindió en 1939, se regresó a España en 1948, donde como no tenía delitos de sangre pendientes nada tuvo que temer, asentándose en Barcelona, primero, y luego en su Menorca natal, donde ejerció como músico y compositor, que eran sus más íntimas vocaciones, con notable éxito local, así como también como periodista e historiador en la España de “la dictadura” hoy tan denostada.
Preludio sangriento:
El 18 de Julio de 1936 sólo habitaban la isla de Cabrera una pequeña guarnición de una decena de soldados al mando del alférez Facundo Flores Horrach y dos familias: los Suñer –padre y dos hijos–, de derechas, y los Bonet, de izquierdas; ninguna de ellas radicalizadas ni por ello enfrentadas abiertamente; también vivían en ella dos fareros: uno falangista y el otro comunista; así mismo, pasando unos días de vacaciones dedicándose a su afición preferida, la entomología, se encontraba el comandante del Ejército, retirado, Mariano Ferrer Bravo. Caído a los pocos días del Alzamiento un hidroavión frentepopulista en la isla, el alférez hizo prisioneros a sus cinco tripulantes siguiendo órdenes de Palma de Mallorca. Unos días después, un submarino frentepopulista llegó a Cabrera logrando su tripulación liberar a los aviadores y tomar prisionera a la guarnición, así como a todos los civiles de derechas a los cuales trasladaron a Mahón, a finales de Julio. (Toribio).
Los crímenes de La Mola (Relato de Mercadal)
“La tragedia de la Mola, engendrada en mentes exaltadas y vengativas, tuvo un inicuo preludio cuando el 1 de Agosto una sección de la marinería conducía desde la Base Naval hasta la Mola a los presos hechos en la ya detallada acción de Cabrera. Poco después de iniciada la marcha, fueron ejecutados, sin más, los hermanos Gaspar y Juan Suñer Mas de 16 y 18 años, su padre Damián Suñer Mascaró, todos ellos mallorquines, y el Comandante retirado Mariano Ferrer (también lo fue el alférez Facundo Flores Horrach).
A primeras horas de la noche del 2 de Agosto fueron conducidos a las inmediaciones de “Es Freus” el General Bosch Atienza, el Comandante de Estado Mayor, Jacinto Dolz del Castellar, el Teniente Coronel de Infantería, Luis Martos González, el Coronel de Infantería retirado, Jaime Vidal Villalonga, los Comandantes de Artillería, Manuel Quintero Ramos y Jaime Sampol Mercadal, el Teniente de la Guardia Civil, Julio Riera Terrades, el Teniente de Carabineros, Miguel Vila Olaria, el de la Guardia de Asalto, Bernardo Monclús Durango, el Comandante de Infantería, Sebastián Rodríguez Vinent y el Capitán de Infantería, Claudio Gil Alós y allí mismo fusilados. (Eran los mandos superiores de la guarnición de Menorca cuya sublevación el 18 de Julio había fracasado al no secundarles los suboficiales y la mayoría de la tropa liderados por éstos).
En la noche del siguiente día se produjo otra espantosa matanza (…)
En los días que siguieron a la tragedia tuve ocasión de hablar con alguno de los soldados que colaboraron en la tarea de recoger los cadáveres, los cuales me participaron el horror que les produjo el dantesco espectáculo que vieron sus ojos, pues muchos de los cadáveres esparcidos por el patio, habitaciones y corredores se hallaban materialmente destrozados. Dato espeluznante el del fusilamiento de doña Hercelia de Solá, cuyo cuerpo todavía agonizante fue lanzado al vacío por el peñascal de S´Esperó.
Veamos el relato que dejó escrito un testigo de excepción, el alférez de navío Carlos Moya Blanco quien, junto con unos pocos, logró salir con vida de la matanza.
“A las 8 de la tarde del día 3 de Agosto, cuando la mayoría de los detenidos estábamos paseando por el patio, hicieron irrupción en él muchísimos soldados, cabos y sargentos de Artillería y de Infantería (no vi a ningún marino) armados de fusiles, pistolas y ametralladoras que con una intensidad salvaje nos ametrallaron a mansalva. Ante lo inesperado del ataque, su superioridad numérica y nuestra absoluta indefensión, era inútil e imposible toda resistencia. De las primeras descargas quedaron muchos muertos y heridos en el patio y los demás pudimos refugiarnos en los pabellones laterales escondiéndonos la mayoría en los retretes del fondo, otros en una pequeña habitación del extremo del patio, algunos, como yo, nos tumbamos entre los camastros fingiéndonos muertos entre los heridos y los cadáveres; todo ello en medio de una lluvia de incesantes balas que nos disparaban desde la puerta y ventanas.
Cuando los asesinos entraron en los pabellones, muchos fueron acribillados en el sitio donde fueron sorprendidos como el almirante que murió en el camastro donde se encontraba y otros eran sacados al patio en donde eran asesinados entre golpes e insultos, ensañándose especialmente con algunos del Ejército; con los de marina no vi que se ensañaran con ninguno porque no nos conocían.”
En otros párrafos de su descripción, Moya Blanco dice que “hubo tiroteo casi incesante hasta aproximadamente las tres de la madrugada” … “a esa hora cerraron las puertas de los pabellones y después de un pequeño descanso se dedicaron a rematar a los heridos del patio e ir sacando los cadáveres fuera. Ya de madrugada encontraron al teniente Casares que había estado fingiéndose el muerto entre los cadáveres del patio, matándolo un cabo de artillería.
Hacia las 6 de la mañana entraron en el pabellón en el que se hallaba Moya Blanco y los demás que allí se habían refugiado. “Al encontrarnos nos hicieron salir a un grupo de cuatro, y cuando nos iban a matar a tiros, llegó un individuo vestido de paisano con varios guardias de Asalto que tras una breve discusión les convenció de que no debían matarnos sin juzgarnos por lo que nos introdujeron de nuevo en la habitación donde llevaron también a los supervivientes de otro pabellón siendo por lo tanto dieciséis los que quedamos de los 148 que en total creo estábamos …”.
Pese a que Moya Blanco habla de dieciséis supervivientes, en la página que figura en la página 141 de su relato, únicamente aparecen los catorce nombres siguientes: Teniente Coronel de Infantería Arturo Guerrero; Comandantes de Infantería, Gervasio Hernández, Jiménez y Tójar; Capitanes de Artillería, Ferrer, Cots y Saler; Teniente de Infantería, Sandino; Teniente de Intendencia, Trémol; Cadete de Toledo, Alberto Moreno; Capitán de Corbeta Isidro Sáez; Comandante de Intendencia de la Armada Fernando Álvarez y los Alféreces de Navío Enrique Manera y Carlos Moya Blanco(…)
¿Quién o quiénes fueron los responsables que ordenaron o indujeron a las matanzas ocurridas en las noches de los días 2 y 3 de Agosto de 1936 en La Mola? La Historia tiene sus secretos y sinceramente creo que nos hallamos ante uno de estos. En opinión de varias personas que por los cargos que desempeñaban podían tener informaciones fiables si bien no me atrevería a darlas por exactas y definitivas, los asesinatos pudieron decidirse en el curso de una reunión celebrada en la Comandancia Militar con asistencia de Marqués, Palou, Venegas, Quintanilla y Gabaldón. (Suboficiales frentepopulistas más destacados de la isla).
Marqués estuvo en la Mola el 25 de Julio dando órdenes para que fuesen cambiados de nave –se refiere al barco-vapor Atlante utilizado como prisión– algunos de los detenidos al objeto de que “no hubiese confusiones” aunque ello no indicaría que se tratase de incluir o aislar a algunos de futuros actos de violencia. Se aseguró también que Palou se presentó en la Fortaleza unas horas antes de que se iniciara la tragedia ordenando que los Tenientes Thomas, Sard y Moya fuesen trasladados a un lugar distinto del que ocupaban pero no así el Teniente Miguel Garau que estaba con ellos. La razón de querer salvar a los primeros obedecería al hecho de que fueran mallorquines como lo era él, y pertenecientes a familias de condición modesta, mientras que Garau, también mallorquín, era de familia pudiente.
Preciso es recordar que antes de 18 de Julio habían llegado efectivos de tres baterías de Galicia, Mataró y Zaragoza, cuyos hombres no tenían ningún vínculo afectivo ni con la sociedad menorquina ni con los que luego serían ejecutados. Entre aquella tropa de Artillería había algunos “maleantes y desaprensivos” según frase de cierto informador al que siempre consideré imparcial y objetivo. Diré también que al atardecer del día 3 llegó el primer contingente de milicianos, los cuales caldearon el ambiente a favor de hacer justicia rápida y expeditiva.
Por su parte, los penitos que durante su encierro en la Mola habían sufrido vejaciones y lo mismo algunos soldados y subalternos castigados o humillados en ocasiones por algún oficial altanero, participaban de aquellos sentimientos de venganza. Las noticias llegadas de Mallorca dando cuenta de la terrorífica represión que allí se estaba llevando a cabo y el hecho de que se había iniciado la instrucción de sumarios lo que significaba que los juicios se alargarían por culpa del consabido papeleo, significaron otras tantas circunstancias determinantes de que, en un momento dado, saltase la chispa que desencadenó el drama.
Terminada la guerra, fueron procesados los Sargentos de Infantería, Emilio de Benito Bueno y Antonio Sastre Vaquer, que estaban de guardia en la Penitenciaría aquella noche fatídica en que se desarrolló la matanza. Sastre, que por su antigüedad era el jefe de la guardia, había acudido a atender una llamada telefónica sin que nadie contestara al otro lado del hilo. Al volver a su puesto, había empezado la agresión. Sastre trató de oponerse a los soldados de la guardia que se habían sumado a los agresores como también varios Sargentos. En un momento dado, Sastre gritó ¡Basta de sangre! A su compañero de Benito se le responsabilizó de la matanza, siendo condenado a muerte y fusilado el 11 de Septiembre de 1939, mientras Sastre fue condenado a pena de prisión.” (También fue fusilado en Septiembre de 1939 el Brigada Marqués).
Epílogo criminal
El 20 de Noviembre de 1936, como venganza por el fallecimiento de seis trabajadores y un marinero a consecuencia del bombardeo de la base naval de Mahón por aviones italianos, una turba dirigida por el suboficial de Marina Luis Aniceto de Alba, extraía, con permiso de Marqués, del vapor-prisión Atlante a 37 sacerdotes, 26 militares y 10 civiles que fueron de inmediato asesinados en el mismo muelle.
Paco Bendala Ayuso