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Nuestro Señor nos dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Son muchos los santos que han tenido la Eucaristía como el principal alimento de su vida. Marta Robin llegó al extremo de alimentarse solo de la Eucaristía.

La vida de Marta Robin es a todas luces excepcional por muchos motivos. Una pobre campesina, ignorante y enferma fue una de las grandes místicas del pasado siglo. Estando inmovilizada en la cama llegó a llamar la atención de todo el orbe cristiano. Un alma víctima sufriente, que al igual que el Padre Pío tuvo la inmensa gracias de llevar los estigmas de la Pasión de Cristo, y durante 50 años solo se alimentó de la Eucaristía.

Marta era una gran enamorada de la Eucaristía y quería hacer ver a todo el mundo la infinita riqueza de este alimento para el alma: «Tengo deseos de gritar a los que me preguntan si como, que yo como más que ellos, pues yo me alimento en la Eucaristía de la sangre y la carne de Jesús. Tengo deseos de decirles que ellos impiden en sí los efectos de este alimento. Bloquean sus efectos». Marta sufría en sus carnes cada semana la Pasión de Cristo. Sus ojos comenzaban a llorar sangre, uniéndose así a las llagas de sus manos, pies y costado que tampoco cesaban de expulsar líquido durante todas las noches de la semana.