
Yo hablé con el Padre Emaldi, misionero de la China comunista de Mao. Él no pudo hablar porque se cortó la lengua por guardar el secreto de la confesión. Él no lo pensó, o fue inspiración de Dios. El hecho es que lo estaban martirizando y sacando información en la China comunista de Mao Tse Tung y antes que revelar algo de confesión, tiró de la lengua, cogió una cuchilla de afeitar, ¡zas! Y no tiene lengua, tiene un muñón.
Yo he hablado con él. Él no podía hablar. Y ha escrito un libro titulado «Yo me corté la lengua», donde cuenta la historia. Nos conocimos en Córdoba. Yo le firmé mi libro y él me firmó el suyo. Nos intercambiamos los libros.
Otro caso, que no sé si visteis en televisión. Una de las películas más bonitas que yo recuerdo. Se llama «Yo confieso». El protagonista es Montgomery Clift. Es de las poquísimas veces que yo he visto un sacerdote en las películas como Dios manda. Porque cada vez que me sacan un cura en una película es un auténtico mamarracho. Lo hacen a propósito para reírse de los curas, para desprestigiar a la Iglesia. Sacan cada cura que uno dice:
-¡Esto no es un cura! Un cura no habla así. Un cura no reacciona así. Un cura no procede así. Casi siempre que sacan curas en una película son mamarrachos. Poquísimas veces sacan en las películas un cura o una monja como Dios manda. Van a reírse, a desprestigiar a la Iglesia y a atacar a la religión.
Pero en este caso, Montgomery Clift representa un cura normal, como debía de ser. Él hace de párroco. El sacristán comete un crimen, se confiesa con el párroco, y entonces el párroco queda atado, sometido al sigilo. Después el sacristán esconde el arma en la sacristía. Mancha las ropas del sacerdote de sangre. Viene la policía y, claro, todo acusa al párroco. El párroco dice:
-Soy inocente.
-¿Y esta ropa manchada de sangre?
El párroco sabía quién era el asesino, pero no podía decirlo.
-Yo soy inocente.
Después, no me acuerdo por qué, está el asesino rodeado de la policía, y aparece el párroco. En ese momento el asesino que se ve acorralado por la policía y al párroco con la policía, piensa que el párroco le ha denunciado. Y entonces dice el asesino:
-Ah, ¿ya le has dicho a la policía que yo soy el asesino? ¿No? ¡Y después habláis del secreto de la confesión! ¡Qué cuento de secreto de la confesión! ¡Menuda comedia tenéis montada! ¡Tiempo te ha faltado para decirle a la policía que yo soy el asesino!
Y el asesino públicamente se confiesa asesino.
La policía, que no sabía nada porque el párroco no había dicho nada, se entera por el asesino que el párroco es inocente. Película muy bien hecha y muy bien representada.
Bien, pues este hombre esta dispuesto a ser condenado. Lo único que dice: «Yo soy inocente». Y sabía quién era el asesino. Esto es una película, pero hay un caso histórico. Hay un libro que se llama «Una víctima del secreto de la confesión», que es muy similar. En Francia, un sacristán comete un asesinato, se confiesa con el párroco, condenan al párroco, lo mandan a África a un campo de trabajos forzados, y el asesino queda libre. El asesino no puede vivir de remordimiento y un día va a la policía y se confiesa él culpable. Mandan el aviso al campo de trabajos forzados de que liberen al sacerdote inocente. Y cuando llega el aviso, el sacerdote ha muerto ya. ¡Ha muerto víctima del secreto de la confesión! Él sabe quién es el asesino, y está cumpliendo una condena siendo inocente, por guardar el secreto de la confesión. Muere víctima del secreto de la confesión. Hay casos muy bonitos de sacerdotes que han muerto por guardar el secreto de la confesión.
Padre Jorge Loring