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Decía con mucha lucidez Chesterton que «Si no se cree en Dios, se puede creer en cualquier cosa» y hoy vemos claramente que esto es así tal cuál. Hay personas que son totalmente indiferentes a la religión, pero que serían capaces de dar la vida por salvar un animal, al que cuidan con más solicitud que a un hijo. Muchos son capaces de pasar horas y horas alrededor del estadio con tal de ver al cantante que idolatran.

En la posmodernidad proliferan las sectas, las pseudo religiones orientales y todo tipo de grupos aberrantes y disparatados. Igualmente se dan trastornos de hombres que se creen gatos y se disfrazan como tales o adultos que sienten ser una niña de cuatro años. Personas que están convencidas de ser extraterrestres y modifican su cuerpo para asemejar ser un alienígena.

Cuando no se tiene a Dios se pueden dar hechos verdaderamente esperpénticos como es el caso de la iglesia maradoniana en donde se compara al jugador argentino con el mismo Dios. Además de irreverente y blasfemo es algo absurdo. Lo que parecía una broma de mal gusto va muy en serio, pues esta secta se ha extendido por un buen número de países del mundo y tiene ya 500.000 seguidores. Aunque podrían pensar que se lo toman como una broma, no se sabe donde acaba la ficción y donde empieza la realidad.

Cuentan con Biblia propia, oraciones propias, solemnidades, una parodia total de la verdadera religión. Lo peor no es mucha gente se lo tome en serio sino el vacío que tienen que tener estas personas en sus vidas para adorar a un jugador del fútbol y no buscar el sentido trascendente en su vida.

La eutrapelia es la virtud que regula el juego. Esta bien hacer deporte o verlo como un espectáculo, como un sano esparcimiento, una diversión, disfrutar de la belleza del juego, pero nunca hacer de ello el centro de la vida.