
REFLEXIONES SOBRE LA SEMANA SANTA.
Bajo el eco de los acontecimientos evocados en la Semana Santa, culmen de la Redención del género humano, podemos centrar la mirada en tres personajes relevantes del proceso y paradigmas del intemporal proceder del humano ante las eternas verdades que le impelen a tomar postura.
Ninguna postura moral y ningún pensamiento son nuevos. Como bien diría Goethe en su Fausto: “se necesita ser tonto e ignorante para imaginar que se tiene una idea que ningún hombre ha tenido antes”.
El papel de Judas Escariote, de Pedro y de Pilatos, se sigue repitiendo también en nuestros días, agravándose la reiteración con los mayores conocimientos de la historia y sus viejas lecciones que nos hacen más libres y, por ende, más responsables de nuestros actos.
Judas (Iscariote) traicionó a su Maestro por avaricia. La codicia le fue volviendo idólatra de lo temporal y alejándole del espíritu de su divino Maestro, que traía la buena nueva de las dimensiones salvíficas e intemporales. Judas dinamitó desde dentro, no importándole más que el precio cobrado al contado. La valoración de lo que menos valía, le obnubiló el valor trascendente de lo intemporal. Por eso, se arrepiente más tarde, tirando las monedas en el templo, pero no se arredre su pecado de traición y de codicia, sino de las consecuencias incalculadas de su pecado. Es el que se echa las manos a la cabeza cuando comprende, aun vagamente, la catástrofe que ha provocado, entregando sangre inocente.
No es el amor lo que le hace arrepentirse, sino el temor a las consecuencias de su traición.
Pedro, el sucesor de Cristo, no pecó de avaricia, sino de cobardía. Es el caso del convencido en la fe, que ha de aparentar increencia, agnosticismo o cuando menos indiferencia, tan solo por seguir la corriente de la moda.
Pero la diferencia esencial entre estos dos personajes es que Pedro se arrepintió no de las consecuencias de su pecado, sino del pecado mismo. Pedro amaba a su Maestro y le hace arrepentirse el mismo peso de su pecado de cobardía, de negación de su fe. No es el temor al reproche ni al posible castigo, sino el dolor de haber ofendido al ser amado. Atrición y contricción perfecta se ven aquí personificadas al quedar el papel del ofensor relevante ante el ofendido.
Pilatos pecó de comodón ante el sistema. Ni fue ignorante ni inconsciente. No quiso perder el puesto burocrático que le hacía depender de Roma y de la parentela política que le unía al César. Atropelló al inocente, incumpliendo con su deber de hacer justicia, consciente de que condenaba al justo. Fue el puesto burocrático contra el deber, y la nómina frente a la justicia.
El fin justificó para él cualquier medio; exactamente lo mismo que hacen los sistemas liberales y marxistas al prescindir de Dios: acaban por prescindir también del hombre, que en pos de la atea libertad, se quedan primero sin Dios (Revolución francesa), después sin Dios y sin el hombre (Revolución bolchevique) y por fin, sin la Libertad de los hijos de Dios, de que habló San Pablo (Rom. 8), en el culto a la cultura (mal entendida), en el ídolo artificial y el antropocentrismo como ombligo del mundo (mayo del 68).
Si desenmascaramos posturas paralelas de nuestro neopagano siglo, ahí tenemos con nombres y apellidos a los nuevos judas: los sucesores de un sistema católico en progreso privado y social (en los principios del 18 de julio del 36), que han perjurado y renegado de una fe secular, vendiendo la Tradición por las viles monedas de la modernidad materialista.
Puede que viendo las consecuencias de su traición, no puedan encerrar ya los demonios que han soltado, y los remordimientos les hagan aparentar con su buena vida, y sus fariseísmos, la vida feliz que no pueden gozar. No verán la Sabiduría, puesto que no la aman, ni la encontrarán, puesto que no la buscan (Sab. 6, 13). Acabarán ahorcados en el descrédito, la vergüenza y la mancha imborrable de su historia.
Los judas transfugistas y transicionistas que entregan sus antecedentes y servicios falangistas con el beso secreto de los inconfesables planes masónicos.
Los pedros son los ciudadanos cobardes que creen en cristiano, pero hablan y votan en judío. Ahí están los aborregados que como Vicente, van a dónde va la barahúnda borreguil de la gente, más miedosa que tonta y más inculta que maliciosa:
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Los del voto del miedo a perder su pensión.
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Los del voto cautivo, que cobran peonadas no hechas o ineficientes.
Los del voto que a la sombra de una tradición de Estado e Iglesia conjuntados en un orden cristiano, aún creen que ir a votar es ir a cumplir con Pascua. En su falta de valor para decir lo que creen, se pasan al terreno de los enemigos de Dios y de la Patria.
Los pedros que en esta apostasía colectiva niegan tres veces sus queridas creencias y lo que ansían fuesen la religiosidad y la moral públicas, antes que el gallo de los abolicionismos y permisivismos antiateos cante dos veces…
Estos llorarán las consecuencias de las piedras lanzadas a su propio tejado. Son los que no quieren la negación, pero le hacen el juego, y cuando son víctimas de su propio silencio, dicen que: “…es que es así”.
Y ahí están finalmente los pilatos de la comodonería contemporizadora: los clérigos repentinamente enamorados de las modernas y falsas libertades, que creen en “el sistema menos malo” y en el “progresismo” de arrojar por la ventana lo que la doctrina tradicional y eterna predicó y conquistó durante 20 siglos.
Estos son los que conocen al justo, pero sueltan al satanismo de Barrabás por no perder el puesto, por no contrariar al sistema descristianizante, por no atajar al nuevo ídolo del democratismo, por no cantar las glorias de su enriquecedor pasado y no querer reconocer el temple mora de sus apóstoles evangelizadores de medio mundo, de sus mártires sembradores de nuevos amantes de Dios y de su Iglesia, de sus doctores, apologetas y fundamentadores de la eterna y vivificante Verdad del Cristo salvador y su Reinado Social.
Ahí está la caterva de diplomáticos que no se definen ante lo que todo ser humano y todo principio rector del Estado ha de definirse: o una sociedad orientada a su realización en lo trascendente, o una sociedad que da vueltas narcisista y hedonísticamente en torno a sí misma, sin destino ni en lo universal, ni en lo eterno.
Ahí están los que se lavan las manos en el agua de una supuesta mayoría popular, como s ésta pudiese crear o destruir la verdad.
Ahí están los anases y caifases que esconden las sinrazones y contradicciones insalvables en el silencio administrativo, sin responder a las invectivas doctrinales hechas en privado o en público.
Ahí están los protagonistas de todos los días, cuyo puesto político y cuyo sueldo depende de la propagada que hacen de la democracia…, porque viven de ella.
Como la proporción cuantitativa es la de los pedros, se explica cómo cada país tiene lo que se merece. Pero la cantidad cualitativa de judas y pilatos explica el manejismo y la ceguera de los pedros, haciéndose cómplices todos ellos.
Lo que sabemos es que mientras sigan campando por sus fueros los judas, pedros y pilatos, no dejarán de padecer los indefensos, honrados, creyentes y leales amantes de Dios, la Patria y la Justicia, que, cual nuevos Cristos, sufren en silencio la injusticia de quienes les siguen torturando impunemente en la Cruz inhumana de la ley del más fuerte.
Padre Jesús Calvo Pérez,
Párroco de Villamuñio, León.
Mensaje del LIBRO DE LA VERDAD de la Santísima Virgen María:
Miércoles 9 de abril de 2014
Mi querida niña, cuando Judas Iscariote traicionó a mi Hijo, Jesucristo, tuvo consecuencias de gran alcance. Porque él era uno de los aliados más cercanos de mi Hijo, y como miembro de Sus preciados apóstoles, su traición fue muy dolorosa para mi Hijo. Porque él, un traidor, vino desde el interior del dominio de mi Hijo, esto significó que las dudas entraron entre los que estaban inseguros de que si mi Hijo era o no era, en realidad, el Verdadero Mesías. Las dudas se esparcieron y muchos de Sus apóstoles y seguidores se sintieron confundidos, perdidos y con miedo. Ellos sabían que una vez que Él fuera capturado por Sus enemigos, la Verdad sería puesta en duda y luego negada. También sabían que, si defendían a mi Hijo públicamente, también ellos sufrirían y pudieran haber terminado teniendo que soportar el mismo castigo impuesto a Él. Ellos también sabían que no habrían tenido el valor de pararse desafiantemente contra Sus enemigos, por miedo al ridículo.
Por lo tanto, la traición a mi Hijo, desde el interior de Su Iglesia en la Tierra será lo mismo. Mi Hijo va a ser traicionado por otro Judas, y uno con gran autoridad, desde el interior de Su Iglesia en la Tierra. Cuando esta, la segunda mayor traición desde que Judas Iscariote vendió a mi Hijo por treinta monedas de plata, se lleve a cabo, hará que la gente de toda raza, nación y fe cristiana, duden de la Verdad. Esta traición también tendrá consecuencias de gran alcance, porque va a poner en duda cada uno de los aspectos de la Divinidad de mi Hijo. Cuando esto suceda, la Verdad colapsará. En su lugar, un cadáver será levantado, podrido hasta la médula, sin ninguna señal de vida. Una doctrina muerta resucitará y será vestida con todos los falsos atributos asociados con mi Hijo, pero no dará ningún fruto. Sin embargo, parecerá como una nueva conversión.
La verdadera conversión viene del amor que tiene la gente por Dios, impulsados por el Don del Espíritu Santo y por su propia voluntad. Esta nueva doctrina será presentada con engaños sobre el mundo, sin vuestra libre voluntad. Rechazadla y seréis castigados por los enemigos de Mi Hijo.
Aquellos que traicionen a mi Hijo en los últimos días no tendrán vida. Aquellos que no lo traicionen, vivirán por siempre en la Gloria de Dios.
Vuestra amada Madre,
Madre de la Salvación
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Pedro, Sucesor de Cristo? Vicario de Cristo. Cristo no tiene sucesor. Y otro error grave. Judas NO SE ARREPINTIÒ. El remordimiento solo no es arrenpentimiento; si se hubiera arrepentido hubiera sido perdonado y restablecido. No se arrepintiò, sintiò remordomiento y se desesperò. Cuidado con los conceptos.