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Una noche un santo varón fue invitado a cenar a una casa. Uno de los platos era carne y dijo discretamente a la anfitriona que no le sirviese porque era viernes de Cuaresma. Ésta se intentó de burlar de él diciendo a gritos que trajesen una tortilla para el señorito beatón que no podía comer carne.

Y éste, sin importarle lo más mínimo el intento de escarnio, dijo sonriente que todos somos frágiles y nos podemos condenar, pero que él no se condenaría por comer un simple filete pudiendo abstenerse. Todos los presentes quedaron muy edificados.

Recordemos que la Iglesia prescribe que nos abstengamos de comer carne todos los viernes del año, no sólo los de Cuaresma.