
El fenómeno se está sintiendo en Europa ahora, pero tiende a llegar a buena parte del mundo
Tal vez puedan ser subestimadas las críticas que recibe en la actualidad, la función del Estado como más se lo conoce en estos momentos. Cierto es que entre los más disconformes con su función provienen del sector liberal, pero la generalización amenaza con expandirse.
Los liberales se enojan en muchos casos con razón, pero tampoco ha de ser posible un cambio rápido y efectivo de una cultura mantenida durante tantos años.
Asimismo es probable que uno de los motivos principales de la mala imagen del Estado, tenga que ver con la gran corrupción que se percibe en distintos Gobiernos a través de organizaciones muy estudiadas que regularmente están constituidas para favorecer el enriquecimiento de quienes con distintas estrategias logran precisamente instalarse en el edificio del Estado, en las sedes e instituciones del mismo, hoy tan desprestigiado. En la Argentina se viven por estas horas y desde hace muchos años, intensas experiencias en ese sentido.
El doctor MARIO CAPONNETTO ha sido Médico Rural, desempeñándose en el interior del país. Y también Jefe de Cardiología en el Hospital Militar Central, el ubicado en la ciudad de Buenos Aires. Es el autor de importantes artículos referidos a la Medicina y a la Ética
Con relación al tema del que hoy se ocupa en la presente entrevista, ha cursado estudios de Filosofía en la Cátedra privada del doctor JORDÁN BRUNO GENTA (1956-1974), y en el área de la Filosofía se abocó con particular atención al pensamiento de TOMÁS de AQUINO, al que dedicó varios estudios, así como también ha trabajado y sigue trabajando, en la traducción de algunas de sus obras.
A continuación, lo conversado con el entrevistado :
¿Cuál es, a su juicio, el fin principal y la naturaleza de la sociedad política, conocida como Estado?
“Ante todo hay que aclarar que la sociedad política es la comunidad humana perfecta porque es la que posee todos los medios para la plena suficiencia de la vida humana. Además se debe subrayar un hecho fundamental: esta sociedad política, la Polis, nace como una exigencia de la naturaleza comunitaria o social del hombre. El hombre es naturalmente un animal social y político; está destinado por su propia naturaleza a vivir en comunidad, junto a otros hombres. La gran tradición filosófica de Occidente ha sostenido siempre que la Sociedad Política es una realidad natural: no, desde luego, al modo de un ente físico sino al modo de una unidad de orden instituida por la razón sobre el fundamento de la naturaleza social y política del hombre y cuyo fin no es otro que proveer a la plena suficiencia de la vida humana que hemos mencionado. Ahora hay que agregar que cuando hablamos de una “plena suficiencia de la vida humana” estamos hablando esencialmente de una “vida buena”, es decir, de una vida virtuosa por la que el hombre pueda alcanzar la perfección que le corresponde en razón de su propia naturaleza racional. Esto se resume en lo que se denomina el Bien Común”.
¿Puede decirnos cuáles serían los distintos regímenes políticos, destacando lo que de ellos considere legítimo y de utilidad para la organización social de una comunidad?
“Ya se dijo que el hombre en razón de su misma naturaleza debe vivir en comunidad. Pero toda comunidad supone la existencia de una multitud que se ordena a un fin y, a su vez, toda multitud ordenada a un fin requiere de alguien que la gobierne. Pero no hay una sola manera de gobernar; de aquí la variedad de formas de gobierno o regímenes políticos. El pensamiento de la Tradición filosófica distingue básicamente tres regímenes políticos: la monarquía o gobierno de uno que gobierna según virtud; la aristocracia o gobierno de los mejores que gobiernan también según virtud; y la república en la que muchos participan y pueden elegir y ser elegidos. A estos regímenes se los considera legítimos si se ordenan al bien común; pero si se desvían de este fin -el único criterio de legitimización que existe, no hay otro- se corrompen y dan lugar a los equivalentes regímenes espurios o ilegítimos, a saber, la tiranía o corrupción de la monarquía, la oligarquía o corrupción de la aristocracia y la demagogia o corrupción de la república. Aristóteles en esto es ambiguo: a veces sostiene que la democracia es la corrupción de la república (la politeia), a veces reconoce ciertas formas legítimas de democracia a las que opone la demagogia. Pero sin entrar en estas cuestiones más propias de especialistas, dejemos demagogia como corrupción de la república. En lo que sí es claro Aristóteles en señalar que la tiranía es siempre, el resultado de la corrupción de cualquiera de los tres: será la tiranía de uno, de pocos o de muchos, pero siempre estaremos frente a una tiranía; y agrega (y en esto coincide Santo Tomás) la tiranía de muchos (la tiranía democrática) es peor que la de uno solo. Estas cosas están en los clásicos. Cualquiera puede leerlos”.
¿A cuál de los regímenes por usted nombrados lo cree más justo y más humanitario, en el sentido más amplio de esta última calificación?
“En esto yo sigo el criterio de Santo Tomás de Aquino: el régimen más justo y el mejor constituido, el que más eficazmente asegura la justicia y el bien común, es el que se ha dado en llamar régimen mixto. Consiste en una conjunción de los tres ya mencionados, a saber, de la monarquía -por cuanto es uno el que preside-, de la aristocracia – en cuanto muchos participan en el ejercicio del gobierno- y de la democracia, es decir, la potestad del pueblo por cuanto los gobernantes pueden ser elegidos de entre el pueblo y es al pueblo al que corresponde la elección de los gobernantes. A mi juicio, este es el gran legado que se desprende del pensamiento político del Aquinate: un modelo de equilibrio, de ponderación y de aquilatada prudencia política”.
Estamos advirtiendo una reacción negativa hacia determinados Gobiernos en el mundo, cuya expresión más notoria en Occidente tal vez la encontramos hoy en Francia. Los repudios hacia las autoridades legales apuntan a descalificar al Estado mismo, por abusos, gastos desmedidos, invasión y falta de respeto a determinados derechos constitucionales, y actitudes contrarias a las culturas locales, entre otras quejas. ¿Al margen de lo que es organizado regularmente por las izquierdas en el mundo, para lograr las desestabilizaciones de los Gobiernos y así generar el caos y la violencia, objetivos propios de esas ideologías, cree usted que puede haber razonabilidad, aunque sea en parte, en los aludidos reclamos?
“Aparte de la permanente conspiración de las izquierdas que constituye, como usted muy bien señala, un “caos organizado”, es evidente que estas convulsiones sociales que actualmente se ven en el panorama mundial (el caso de los “chalecos amarillos” en Francia es el más notorio pero no el único) responden a mi entender a una reacción espontánea de los grupos sociales naturales -familias, pequeñas empresas, la denominada “clase media”- frente al totalitarismo de un Estado que cada vez va limitando más la vida de los ciudadanos, oprimiendo las genuinas libertades y sometiéndolo todo a los dictados de un poder omnímodo que hoy por hoy se concretiza en el llamado “Nuevo Orden Mundial”. Se trata, en realidad, de una gobernanza mundial que, de hecho, no es otra cosa que la sustitución de los Estados nacionales que resultan así absorbidos por una superestructura globalizada. Esta gobernanza mundial tiene un sustrato ideológico que le sirve de sustento y que podemos definir como un laicismo radical unido a un falso humanismo secularizado. Este laicismo y este humanismo funcionan, de hecho, como una nueva religión que pretende sustituir a la religión verdadera. Se trata en esencia, de una negación radical de toda visión trascendente del hombre; y como no podía ser de otra manera, esta falsa religión, ha terminado por sacralizar ciertos elementos que le son coesenciales. Así, en lo político, ha canonizado la democracia, en lo económico, el mercado sin límite alguno y un capitalismo globalizado, en lo antropológico, el llamado “transhumanismo” cuyas modalidades más difundidas son la ideología de género (hoy impuesta a sangre y fuego a nivel mundial), la exaltación de la homosexualidad y demás aberraciones contrarias a la naturaleza, los derechos humanos, el aborto como uno de esos derechos humanos, un ecologismo radical impuesto, también a palos, como la nueva moral; y un largo etcétera.
Pues bien, contra esto se visualizan en la actualidad algunas reacciones aunque debemos admitir que no siempre estas reacciones tienen plena conciencia del mal que enfrentan. Tal vez lo que mueva a los “chalecos amarillos” sean razones inmediatas: la supervivencia económica de la clase media francesa frente a un Estado confiscatorio. Quizás no vaya más allá. Tampoco sabemos a ciencia cierta quién o quiénes están detrás de este movimiento, por ahora bastante inorgánico. Pero es un fenómeno social que debe ser observado con mucha atención. En la misma línea están el Brexit británico, o fenómenos políticos como Trump, Bolsonaro, o el actual gobierno de Hungría”.
Siendo que resulta bastante previsible que un país sin su organización política como Estado, hoy se convierta en algo insostenible, ¿Qué respuesta puede dárseles a quienes atacan, con algunas razones valederas, a determinados Estados?
“Entiendo que la mejor respuesta es precisamente lo que usted mismo afirma: un país sin Estado se disgrega. Vuelvo a Santo Tomás: en su célebre tratado Sobre el Reino recuerda las palabras de la Escritura: donde no hay quien gobierne, el pueblo se disipa (Proverbios, 29, 18). Esto debieran tenerlo muy presente ciertas exaltaciones libertarias hoy en boga que abominan del Estado en favor de un individualismo que raya en el absurdo. Se trata, precisamente, de enfrentar no al Estado sino aquellas situaciones donde se den determinadas formas de tiranía. La resistencia a la tiranía es un deber y un derecho inalienable. Sin embargo, debe estar siempre guiado por la prudencia y, en definitiva, por un anhelo sincero y auténtico de restablecer el orden, la justicia y el bien común”.
¿La democracia es absolutamente insuperable en cuanto a modalidad de gobierno, hay otras más justas, más seguras, más confiables? ¿Cuáles serían las críticas más razonables en su contra? ¿Es posible mejorarla, y cómo podría hacerse?
“El término “democracia” es equívoco por eso es necesario hacer las pertinentes precisiones. Ya vimos como el mismo Aristóteles en esto es ambiguo. También vimos que Santo Tomás utiliza el término “democracia” con un sentido recto. Pero cuando hablamos de democracia en el día de hoy nos estamos refiriendo a aquello que designa el uso corriente: el régimen político fundado sobre el principio de la llamada “soberanía popular” (entendida como la única fuente de todo poder, de todo bien, de toda verdad) y el sistema de los partidos políticos como único y exclusivo canal de participación política. Esta democracia, repito, es en sí misma un régimen injusto, esencialmente opuesto a la amistad política o concordia política -que es la piedra sillar de cualquier convivencia política entre los hombres- puesto que consagra la disputa permanente por el poder; y es, por lo mismo, el sistema que menos asegura la consecución del bien común. Por otra parte, exhibe una tendencia a la tiranía, la tiranía del número, de las mayorías accidentales que someten todo a su arbitrio. A esto sumemos un dato no menor: esta democracia no funciona sin dinero y sin el poder de la propaganda por lo que, en definitiva, se trata más bien de una plutocracia o de una oligarquía, la de los pocos que tienen todos los medios y los recursos financieros, mediáticos, etcétera. ¿Si es posible mejorarla? Así como está, no. Hay que sustituirla por un régimen político justo en el sentido que hemos hablado”.
Ahora, se habla también de una auténtica democracia, de una democracia sana, orgánica, etcétera. ¿Qué juicio le merecen estas propuestas?
“Sí, ciertamente, la democracia puede concebirse y adjetivarse de varias maneras; de allí el carácter equívoco del término al que aludí antes. Pero veamos: ¿qué es una “democracia sana” o una “democracia orgánica”? En realidad son formas de democracia que suponen la exclusión de los dos fundamentos de la democracia al uso: la soberanía popular y el sistema de partidos como vía exclusiva y excluyente de participación. Es la propuesta, por ejemplo, de Pío XII en su mensaje navideño de 1944, Benignitas et humanistas. Pero si se lee con atención este gran documento no será difícil advertir que lo que propone el Papa es, en realidad, un eco del régimen mixto del que habla Santo Tomás: un sistema fundado en la ley natural y en la ley de Dios, la promoción de genuinas jerarquías sociales (aristocracias) y la existencia de un pueblo virtuoso como condición sine qua non de la participación ciudadana. Un régimen así sería más que deseable por supuesto”.
Para finalizar: ¿Qué nos puede decir acerca de la democracia aplicada en la Argentina, por los gobiernos que han dicho respetarla, durante el último siglo?