
Serie DOCTORES DE LA IGLESIA: No. 8 – San Gregorio Nacianceno
FICHA DE DOCTOR
– Nombre: SAN GREGORIO NACIANCENO (ca. 329-389)
– Ministerio: Obispo de Constantinopla
– Año de proclamación: 1568 [por el Papa San Pío V]
– Festividad: 2 de enero
EL MÁS EXIMIO DOCTOR-LITERATO DE SU TIEMPO
San Gregorio Nacianceno ofrece la particularidad de ser, potencia doctrinal al margen (es conocido como “El Teólogo”), el más valioso (literariamente hablando) de los escritores de su tiempo: es un poeta de exquisita técnica y factura, un gran patriarca de las Bellas Letras, cuyo igual entre la selecta nómina de los Santos Doctores sería nuestro San Juan de la Cruz, es decir la cima de la lírica española; cedamos, por si quedara alguna duda, la palabra a un gran especialista como C. Schick: “Literariamente, San Gregorio es en mucho superior a todos los escritores de su tiempo, incluido el propio San Basilio (…) Con la técnica propia del arte pagano, San Gregorio expresa sin embargo pensamientos y sentimientos cristianos”.
VIDA
Hijo del obispo de Nacianzo, nace hacia el año 329 en Arianzo de Capadocia, falleciendo en esta misma población el 25 de enero de 389. Cursa sus estudios en Cesárea de Capadocia, ampliándolos luego en Cesárea de Palestina, Alejandría y Atenas. En esta última ciudad conocerá a su enemigo Juliano el Apóstata, y ganará la amistad de Basilio el Grande, con quien vivirá un tiempo en el Ponto, no sin antes haber recibido el bautismo (359). Luego de ser ordenado sacerdote por su padre, es consagrado obispo de Sasima por Basilio en 370.
En los años sucesivos, una serie de eventos escalonados se significan por su especial importancia:
1) Año 379: estando en Seleucia de Isauria, Gregorio recibe la noticia de la muerte de Basilio y del emperador arriano Valente. Tras la designación de Teodosio, Gregorio es llamado a Constantinopla por la parte ortodoxa para recibir el episcopado. Superadas muchas dudas, su llegada a la ciudad supondrá un cúmulo de problemas, incluyendo un sonado enfrentamiento con la facción arriana, de la que debía recuperar las iglesias perdidas. Un astuto asceta, Máximo “el Cínico”, habrá de procurar, con sus malas artes, apoderarse del episcopado, valiéndose de la ayuda de Pedro de Alejandría. Mas será en vano, pues en noviembre de 380, Gregorio al fin es aclamado obispo, y al año siguiente, el Concilio de Constantinopla (cuya presidencia él mismo asumió) lo reconoce oficialmente como tal.
2) Pero muy poco durará la calma: en el curso de las siguientes sesiones del concilio, Gregorio verá impugnado su derecho por los obispos de Egipto y Macedonia, quienes amparados en un formulismo de leguleyos alegarán, entre otras cosas, el canon que prohibía los traslados de obispos a otras sedes. Por lo demás, las tensiones tenían una causa menos noble: la firme oposición contra Gregorio, quien reacio a estas tensiones terminará por dimitir, retirándose a Nacianzo para, desde 383, vivir en su natal Arianzo, donde dedicará sus años postreros a la creación de su gran obra poética.
TEMPERAMENTO Y DOCTRINA
De temperamento introvertido y filosófico, San Gregorio amaba la soledad y la meditación, y siempre evitó participar en los conflictos religiosos de su época. Esta naturaleza tendrá su reflejo en su doctrina, encaminada al estudio y comprensión de la interioridad del hombre. Ello le llevará a decir: “Es necesario acordarse de Dios con más frecuencia de la que se respira”.
El cuerpo doctrinal de su pensamiento no presenta problemas y participa del espíritu católico del Concilio de Nicea en defensa de la fe trinitaria, distinguiendo las Tres Personas: “Creador” (Dios Padre), “Engendrado” (el Verbo) y “Procedente” (el Espíritu Santo).
OBRA CLAVE: LOS POEMAS
El corazón de la obra del Nacianceno es su obra poética, con más de 16.000 versos, y que se significa como uno de los mayores monumentos líricos del primer milenio cristiano. San Gregorio, como ya hemos destacado, compuso la mayor parte de los poemas al final de su vida, tras la renuncia al obispado de Constantinopla. Éstos suelen ser clasificados en dos grandes grupos: históricos y teológicos. Los más brillantes son los primeros, donde la técnica poética alcanza cotas de inusitado virtuosismo retórico, sin traicionar por ello la elevación en la inspiración. La crítica parece valorar sus composiciones autobiográficas como las más destacadas del ciclo: “Lamento sobre los males de su alma”, “Sobre la propia vida”, “Sobre los propios acontecimientos”, etc.
OTRAS OBRAS: DISCURSOS Y EPÍSTOLAS
– Discursos: muy conocidos en la Edad Media, los 45 discursos griegos de San Gregorio condensan todo el saber doctrinal del siglo IV, acusando como suele ser habitual en él una factura artística de primerísimo orden. Discursos, además de oraciones, panegíricos o apologías, integran el cuerpo de esta sección. La crítica ha fijado su atención en la secuencia que va del discurso 27 al 31, donde el autor aborda la problemática relativa a la divinidad del Espíritu Santo. Es casi seguro que el sobrenombre de “El Teólogo” le venga a Gregorio por estos discursos, pronunciados en Constantinopla el año 380 y que rubricaron su nombradía.
– Epístolas: este corpus epistolar acusa la garantía de haber sido organizado por su propio artífice, bien que con el propósito de reunir sus cartas junto con las de su amigo San Basilio; 245 piezas solemnes de impecable ejecución y fuerza oratoria, destinadas a las más variadas personalidades de la época (del arco que va de un sofista como Temistio a San Gregorio de Nisa) y sobre asuntos de todo punto diversos.
José Antonio Bielsa Arbiol