
Cuál es el origen de la palabra Hispanidad? Y, lo más importante, ¿qué es exactamente lo que se designa con este vocablo? Ramiro de Maeztu, en su célebre obra Defensa de la Hispanidad, sostiene que el origen de dicho término debe atribuirse a un ilustre sacerdote español, que residió muchos años en Argentina, Monseñor Zacarías de Vizcarra y Arana. En realidad, Maeztu había sostenido esta tesis unos años antes de la aparición del mencionado libro en un artículo titulado, precisamente, La Hispanidad, publicado en Acción Española en 1931 (artículo que luego fue incluido en el libro). Decía allí el gran hispanista:
“El 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad”. Con estas palabras encabezaba su extraordinario del 12 de octubre último un modesto semanario de Buenos Aires, El Eco de España. La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra. Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como ésta de Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos? (Ramiro de Maeztu, La Hispanidad, Acción Española, tomo 1, nº 1, 15 de diciembre de 1931, página 8).
Esto escribía Ramiro de Maeztu en 1931 cuando se desempeñaba como Embajador de España en Buenos Aires. Sin embargo, años después, el propio Zacarías de Vizcarra aclararía que él no fue propiamente el creador del término. En un extenso artículo publicado en el semanario El Español, en Madrid, el 7 de octubre de 1944, titulado Origen del nombre, concepto, y fiesta de la Hispanidad, Zacarías de Vizcarra hacía algunas precisiones al respecto. En primer lugar, aclaraba, no era del todo exacto atribuirle a él la creación del término. El término Hispanidad, continuaba de Vizcarra, es muy antiguo: se lo encuentra ya en documentos del siglo XVI y hasta es probable que se remonte al siglo I dC y que los romanos designasen con el término latino hispanitas (hispanidad) los giros hispánicos del latín de Quintiliano, en el mismo sentido que el propio Quintiliano usa la palabra patavinitas (paduanidad) al hablar del latín de Tito Livio. Pollio –dice– deprehendit in Livio patavinitatem, es decir: “Polión encontró patavinidad (paduanidad) en Livio” (De Institutione Oratoria, libro I, cap. V). De hecho, concluía Don Zacarías, el mismo Diccionario de la RAE ya traía el término como equivalente a hispanismo, esto es, el modo de hablar peculiar de la lengua española, que se aparta de las reglas comunes de la Gramática: idiotismus hispanicus (cf. Zacarías de Vizcarra, Origen del nombre, concepto y fiesta de la Hispanidad, en El Español, Madrid, 7 de octubre de 1944, páginas 1 y 13).
Lo que sí, admitía, de Vizcarra, le pertenecía era la idea de designar con la palabra Hispanidad a la Fiesta del 12 de octubre, instituida en Argentina en 1917 y que se designaba como “Día de la Raza”. Escribía al respecto don Zacarías de Vizcarra:
Por las razones que luego indicaré no me satisfacía el nombre de Día de la Raza, que iba adquiriendo cada vez mayor difusión. Era necesario encontrar otro nombre que pudiera reemplazarlo con ventaja. Y no hallé otro mejor que el de «Hispanidad», prescindiendo de su anticuada significación gramatical y remozándola con dos acepciones nuevas, que describía yo así en una revista de Buenos Aires que no tengo a mano ahora en Madrid, pero que encuentro citada en la mencionada revista Hispanidad de Madrid, en el número de 1 de febrero de 1936 (Ibídem)
Y a continuación trascribía su propio texto:
Estoy convencido de que no existe palabra que pueda sustituir a Hispanidad […] para denominar con un solo vocablo a todos los pueblos de origen hispano y a las cualidades que los distinguen de los demás. Encuentro perfecta analogía entre la palabra Hispanidad y otras dos voces que usamos corrientemente: Humanidad y Cristiandad. Llamamos Humanidad al conjunto de todos los hombres, y humanidad (con minúscula) a la suma de las cualidades propias del hombre. Así decimos, por ejemplo, que toda la Humanidad mira con horror a los que obran sin humanidad. Asimismo llamamos Cristiandad al conjunto de todos los pueblos cristianos y damos también el nombre de cristiandad (con minúscula) a la suma de las cualidades que debe reunir un cristiano. Esto supuesto, nada más fácil que definir las dos acepciones análogas de la palabra Hispanidad: significa, en primer, lugar, el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico diseminados por Europa, América, África y Oceanía; expresa, en segundo lugar, el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica (Ibídem).
Estas dos nuevas acepciones de la palabra Hispanidad, proseguía alegando el ilustre sacerdote, bien podían permitir sustituir ventajosamente el vocablo raza al que consideraba “poco feliz y algo impropio”, aun cuando dichas nuevas acepciones no figurasen todavía en el diccionario. Recordaba, además, un escrito suyo publicado en Buenos Aires en 1926, titulado La Hispanidad y su verbo, que tuvo una gran difusión en los ambientes hispanistas de Argentina, en el que sostenía que “si tuviéramos personalidad para ello”, elevaría “una modesta súplica” a la Real Academia de la Lengua para que adoptara “esas dos acepciones de la palabra Hispanidad que no figuran en su Diccionario” (cf. Ibídem).
Más allá de estas cuestiones gramaticales o filológicas, resulta del mayor interés conocer las razones que aducía Zacarías de Vizcarra para sustituir Raza por Hispanidad, razones que permiten vislumbrar el sentido y el espíritu de la Hispanidad. No sin cierta ironía, en el texto que venimos citando, recordaba el ilustre sacerdote español que en la inauguración del Monumento al Cid Campeador, en Buenos Aires, el 13 de abril de 1935, los consabidos discursos estuvieron a cargo de dos oradores cuyos apellidos no eran hispánicos: el historiador Ricardo Levene y el representante de la Municipalidad porteña Amílcar Razori. Pero aparte de este significativo dato anecdótico, añadía:
Absolutamente hablando, puede darse explicación satisfactoria a la denominación Día de la Raza tomando esta palabra en un sentido metafórico, equivalente a «tipo moral» cualquiera que sea la raza fisiológica a que pertenezcan los que lo comparten. Pero como no se puede andar explicando continuamente a todo el mundo la significación impropia y translaticia del vocablo, asociamos instintivamente a la palabra su sentido fisiológico, y nos suena como cosa absurda hablar de «nuestra raza» a un conglomerado de pueblos integrados por individuos de muy diversas razas, desde las blancas de los europeos y criollos hasta las negras puras, pasando por los amarillos de Filipinas y los mestizos de todas las naciones hispánicas (Ibídem).
Más aún, seguía argumentando, en realidad ni siquiera los habitantes de la Península Ibérica pertenecen a una sola raza. En efecto, desde los tiempos prehistóricos viven en España pueblos de los más diversos caracteres antropomórficos: dolicocéfalos, braquicéfalos y mesocéfalos y de las más diversas procedencias. A semejante variedad de las razas prehistóricas se sumó luego la mezcla de fenicios, cartagineses, griegos, romanos, godos, suevos, árabes. Todo esto, concluía, hacía cada vez más absurda la pretensión de catalogar racialmente a los mismos españoles peninsulares; y remataba con esta frase cargada de ironía: “Son, pues, inevitables las sonrisas cuando se habla de «nuestra raza» ante un auditorio de blancos, negros y amarillos y aceitunados, sobre todo si no es blanco el orador” (Ibídem).
Si no se trata de una raza, ni de una geografía, ni de un suelo ni una sangre, ¿entonces qué es la Hispanidad? Ramiro de Maeztu, en su ya mencionada Defensa de la Hispanidad, ha grabado en oro con maestría de orfebre el sentido de la Hispanidad: la Hispanidad no es una raza, no es una geografía ni siquiera es, propiamente, una cultura. La Hispanidad es un espíritu, es un modo de ser y de vivir que caracteriza a la multitud de pueblos, de etnias y de culturas, expandidas en vastas geografías, que han sido engendrados por el genio fecundo de España.
Y si tuviéramos que sintetizar en tres o cuatro grandes ideas en qué consiste ese espíritu diríamos, también de la mano segura de Maeztu, que ellas son, entre otras, un profundo sentido católico y, por lo mismo ecuménico, que es la raíz y la fuente de todo lo demás; un humanismo centrado en la firme creencia “en la igualdad esencial de los hombres, en medio de las diferencias de valor de las distintas posiciones que ocupan y de las obras que hacen”; un sentido profundo de la fraternidad humana que no tiene más fundamento que la conciencia de la común paternidad de Dios; un ideal de servicio que hace de la vida milicia y misión.
Todas estas cosas las resumía Maeztu en aquel “lema de caballeros”: servicio, jerarquía y hermandad, auténtica trilogía hispánica que es la antítesis de aquella nefasta trilogía, libertad, igualdad, fraternidad, impuesta por una Revolución que, en nombre de esos falsos ideales, levantó como ominoso emblema de su locura una guillotina cubierta de sangre.
Mario Caponnetto
Celebro que desde Argentina se reconozca a don Ramiro DE MAEZTU, vilmente asesinado por los rojos durante la guerra civil (ahora que tanto recuerdan la memoria “histérica”, en su caso, que no histórica).
Tengo en mi poder el libro DEFENSA DE LA HISPANIDAD, editado por CULTURA ESPAÑOLA, creo recordar que en 1933, pues escribo de memoria, donde hace una encendida defensa del concepto de HISPANIDAD.
Precisamente por utilizar ese nombre, debo felicitar a don Javier NAVASCUÉS por haber elegido un nombre tan apropiado para esta Web.
HISPANIDAD CATÓLICA, pues l hispanidad sin el catolicismo, es inimaginable, ya que son dos conceptos distintos, en un TODO UNIDO.
Gracias, Ramiro. Aquí, en Argentina, en los ambientes hispanistas, tenemos a Ramiro de Maeztu en alta estima. “Defensa de la Hispanidad” es un libro insolayable, de lectura obligatoria para todos los que amamos a España.