
La paciente estaba en uno de los centros de Planned Parenthood en St. Louis, Estados Unidos, dispuesta a paralizar bruscamente el embarazo a los 3 meses hasta que el doctor le fue explicando con todo lujo de detalles como sería el procedimiento, incluso enseñándole una aguja muy grande con la que se administraba el veneno.
El letal fármaco no tenía otro sentido que el feto tuviese una parada cardíaca. La mujer preguntó que pasaría si el bebé sobrevivía unas horas a ese veneno y el médico le dijo con la frialdad de un psicópata que tendría que romper el cuello del niño.
La mujer se sobresaltó y quedó espantada y entonces cayó en la cuenta de la crueldad del aborto y tuvo el valor para echarse atrás en su decisión y hoy, gracias a Dios, disfruta de un bebé precioso.