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El mes de mayo ha sido un mes aciago, pues nada menos que 13 religiosos fueron asesinados en el continente africano, hecho que se sigue silenciando en la mayoría de los medios de comunicación. Le persecución contra la fe es un hecho cada vez más evidente pues van apareciendo casos y casos con una frecuencia cada vez mayor.

Las investigaciones pertinentes afirman que uno de los últimos asesinatos, el de la religiosa Inés Nieves Sancho en República Centroafricana podría estar relacionado con la brujería, tal y como lo  afirma el prelado de Bangassou, Mons. Aguirre.

Se ha descartado que el móvil del crimen haya sido el tráfico de órganos, algo que se sopesó como posibilidad en un primer momento.

“En esta región al oeste de la nación, rozando con Camerún, hay minas de diamantes y abunda la práctica de la brujería, pues según una siniestra creencia la sangre fresca les otorga fortuna para encontrar los codiciados diamantes”, explicó el obispo, perfecto conocedor de los peligros de sus diócesis.

La Iglesia nos recuerda que todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo —aunque sea para procurar la salud—, son gravemente contrarias a la virtud de la religión.

Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legítima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo.