
Si a quien mucho se le dio, mucho se le pidió, tenemos gran responsabilidad los bautizados si no aprovechamos las gracias y todos los medios que Dios nos da para salvarnos.
Cuantos salvajes en la selva o en países remotos, en caso de conocer la sagrada doctrina, hubiesen querido tener el acceso a la Santa Misa, a la confesión, a una comunidad católica. Y nosotros tenemos todos esos grandes privilegios y no solemos estar a la altura.
Los que más sufren en el infierno son los bautizados, mucho más que aquellos que han vivido en el error y les ha sido más difícil conocer la religión verdadera.
Cuenta una mística que en el infierno la caverna de mayores tormentos está destinada a los cristianos que, recibido el Bautismo, no se han aprovechado de LOS SACRAMENTOS, DOCTRINA, PASIÓN Y MUERTE DEL REDENTOR, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, Y DE LA INTERCESIÓN DE SU MADRE SANTÍSIMA.
No sólo los tormentos que padece el traidor discípulo Judas, sino también el de muchos cristianos que con él se condenan y bajan al mismo lugar de las penas, que para ellos fue señalado desde el principio del mundo, excede a los tormentos de muchos demonios.
Porque el Hijo de María Santísima santísimo no murió por los ángeles malos, sino por los hombres; ni a los demonios les tocó el fruto y efectos de la Redención, los cuales reciben los hijos de la Iglesia con efecto en los Sacramentos: y despreciar este incomparable beneficio no es culpa del demonio tanto como de los fieles, y así les corresponde nueva y diferente pena por este desprecio.
De la ruina y perdición de Judas, y de su justísimo castigo, dejas escrito lo que basta para que se entienda a cuál estado pueden llegar, y llevar los vicios y la mala voluntad a un hombre que se entrega a ellos, y al demonio, y desprecia los llamamientos y auxilios de la gracia.