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Cada día se van aprobando leyes que vulneran las libertades religiosas más elementales y especialmente la religión católica, la única verdadera, es la más perjudicada, pues según sus principios el condenado arrepentido puede redimir sus pecados con una buena confesión y es muy conveniente además el aliento del sacerdote en ese momento tan crucial.

El estado estadounidenses de Texas ha determinado que los condenados a muerte por inyección letal solo estén acompañados por el personal de seguridad sin que haya en la sala ninguna otra persona. Tradicionalmente los sacerdotes católicos solían estar presentes alentando al moribundo en tan doloroso trance.

Esta resolución no va en principio contra la religión católica, aun cuando es la más afectada por las razones explicadas anteriormente. Texas siempre permitió la presencia de sacerdotes católicos o incluso miembros de otras religiones en la «cámara de la muerte».
Es una noticia muy negativa, pues ya no será posible la conversión en el último momento de un condenado a muerte. Recordemos que Santa Teresita del Lisieux pidió por la conversión del criminal Pranzini, que en el último momento cogió el crucifijo que el sacerdote le ofrecía y lo besó mostrando un profundo arrepentimiento.
Recemos por la conversión de los pecadores esta preciosa oración del Padre Pío:
Oración por la Conversión de los PecadoresSeñor, tú eres bondadoso y misericordioso, y todo lo hiciste muy bien, creando de la nada cuanto existe. Señor, tú eres clemente y comprensivo, y no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Señor tú eres paciente y fiel, y esperas al hijo pródigo e invitas  al justo a alegrarse a  su regreso.Señor, tú tanto amaste al mundo, que enviaste a tu Hijo  único, no para juzgarnos, sino para salvarnos. Señor, tú quieres que todos los hombres se salven, lleguen al conocimiento de la verdad  y sean uno como tú eres uno.

Te pido la conversión de los que, como yo, son pecadores, quiero unirme, junto al  Padre Pío, a tu deseo de salvación universal, solidarizándome con mis hermanos  y emprendiendo con  ellos un camino de  sincera  conversión.

Dame la gracia de cumplir tus mandamientos alimentando al hambriento, dando de beber al sediento, vistiendo al desnudo, alojando al forastero, visitando al enfermo y al encarcelado, descubriéndote y respetándote en la obra  de tus manos. Cambia mi forma de pensar y de sentir, porque muchas veces no parezco hijo tuyo.

Permíteme disfrutar al final de los tiempos del banquete que tienes preparado no sólo para  los que te conocen y sirven, sino también para aquellos que no han tenido esa gracia   y que,  a pesar de no saberlo, también son hijos tuyos. Amén.