
El Gobierno de Trump está dando pasos importantes para intentar frenar (aunque todavía no es posible del todo) la cultura de la muerte y su ejecutivo está tomando medidas muy importantes en este sentido.
El Gobierno estadounidense acaba de manifestar que va a dejar de la financiar proyectos que experimentan con cuerpos de niños abortados como el de la Universidad de California (UCLA) en San Francisco. Es una práctica inmoral con la que se ha cortado de raíz sin destinar un dolar público a financiar estas aberrantes prácticas.
La decisión la llevó a cabo recientemente en el Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos (HHS), tras haber sido anunciada previamente en septiembre de 2018. A partir de ahora se interrumpe cualquier subvención a las investigaciones relacionadas con tejido fetal.
El congresista Chris Smith afirmó que el suspender la financiación es “un paso importante para detener la práctica bárbara de usar las partes del cuerpo de los bebés abortados para la investigación”.
La iglesia nos recuerda que la cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae” (CIC can. 1398), es decir, “de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito” (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cf CIC can. 1323-1324). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.