
Keylor Navas está en las antípodas del divismo que tienen las grandes estrellas de fútbol, pues es un hombre sencillo y humilde, enamorado de Dios y que no se avergüenza de su fe. De hecho todo el mundo lo recuerda viéndolo arrodillado y señalando al cielo.
Un jugador muy trabajador y esforzado que ha puesto si vida en manos de Dios, para hacer siempre la voluntad de Dios.
Se arrodilla porque siempre lo ha hecho desde niño. Se arrodilla para poner todo en manos de nuestro Señor. Siempre le rogué que me diera la oportunidad de poder llegar a arrodillarme en estadios grandes y que todos pudieran ver que en ese campo había un hombre de fe, que Dios existe.
Vino al mundo en una familia pobre de Costa Rica, pero que tenía gran fe. Recuerda con cariño cuando se reunían cada noche a rezar el Santo Rosario en su hogar. Su abuela gran católica, fue quien les inculcó la fe, una fe que siempre ha conservado, en cualquier situación, ya se próspera o adversa. Vive con frecuencia la presencia de Dios y su amor infinito desbordado en su corazón.
La Iglesia nos enseña que rl deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar:
«La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador» (GS 19,1).
De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso.