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No solo de pan vive el hombre: la inedia de los santos

Por Laureano Benítez Grande-Caballero, extraído de su libro Parapsicología de los milagros

Inedia es un término procedente del latín de in (no) y edo (comer) que designa una abstinencia más o menos prolongada de alimentos, pero como fenómeno místico extraordinario se refiere al ayuno absoluto de muchos santos durante un tiempo muy superior al que podría resistir un cuerpo humano, que oscila en torno a los 40 días. Hay casos extremos en los cuales hay santos que se mantenían exclusivamente con la comunión eucarística, sin ingerir ningún tipo de alimento ni de bebida.

La inedia es un fenómeno muy relacionado con el ayuno que suele formar parte de las prácticas acéticas de muchas tradiciones religiosas. Aparte de la inedia total privación completa de alimentos sólidos y líquidos, hay determinas dietas ascéticas que suponen una inedia parcial. Por ejemplo, entre los eremitas del desierto de Siria de los siglos IV al VI muchos sólo tomaban una frugal colación diaria a la puesta del sol; otros tomaban una sola refección semanal, los domingos. El resto de la semana, nada de nada.

Según S. Jerónimo, los anacoretas de su tiempo se alimentaban sólo de pan y sal. El caso de Abba el Ismaelita desafía las más elementales leyes de la naturaleza: estuvo 28 años sin probar el agua. Ni una sola gota. Otro caso parecido a éste es el de Enrique Susón, místico dominico del siglo XIV, que se sometió a la abstinencia de agua (y de cualquier otro líquido, claro está) durante varios años de su vida: no más de un par de sorbos diarios. 

Pero una cosa es una alimentación excesivamente frugal y otra muy distinta la abstinencia absoluta durante varios años. En la hagiografía cristiana hay muchos casos recogidos: Ángela de Foligno (+1309), estuvo 12 años en inedia absoluta; santa Catalina de Siena (+1380), unos 8 años; Elisabeth de Reute (+1421), más de 15 años; Ludwina de Schiedman (+1433), 28 años; un contemporáneo suyo, Nicolás de Flüe, 20 años; Catalina de Raconizzio (+1547), 10 años; más próximos a nosotros en el tiempo son los casos de Rosa Mª Andriani (+1845), 28 años; Dominica Lazzari (+1848) y Luisa Lateau (+1883), 14 años. Todas ellas llevaban una vida normal e incluso muy activa.

El caso más conocido y famoso fue el de la estigmatizada alemana Teresa Neumann, que vivió en el siglo pasado, de la cual pudo comprobarse médicamente que no tomaba ni siquiera agua o cualquier otro tipo de líquido (sólo unas gotas de agua en una cucharilla al principio; después, ni eso). Así consiguió vivir… ¡35 años!, sólo con la comunión.

El famoso yogi hindú Paramahansa Yogananda relata en su libro Autobiografía de un yogi su encuentro con Teresa. Durante su conversación, llena de respeto ante lo que él creía una mujer santa, le preguntó por las informaciones que tenía sobre su inedia total:

¿No come nada usted?

Nada, excepto una hostia consagrada hecha de harina, todos los días a las seis de la tarde.

¿Cómo es de grande?

Es fina como un papel, y del tamaño de una moneda. La tomo por una razón sacramental; si no está consagrada, soy incapaz de tragarla.

¿Y usted ha vivido sólo con eso durante doce años enteros?

Vivo gracias a la luz de Dios.

Creo que usted se da cuenta de que la energía fluye a su cuerpo del éter, del sol y del aire.

Una sonrisa suave apareció en su rostro, antes de responder:

Me hace feliz que usted entienda cómo vivo.

Su santa vida es una demostración diaria de la verdad enunciada por Cristo: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios”.

Nuevamente sintió alegría ante mi explicación. Luego dijo:

Sin duda es así. Una de las razones por las que estoy hoy aquí en la tierra es para probar que el hombre puede vivir merced a la invisible luz de Dios, y no solamente de alimento.

¿Puede usted enseñar a otras personas a vivir sin alimento?

Ella pareció un poco asombrada.

No puedo hacer eso. Dios no lo desea.

En muchos santos, la inedia va ligada frecuentemente a los llamados “milagros eucarísticos”, es decir, a aquellos fenómenos paranormales que tienen como protagonista a la Hostia. Es un hecho comprobado que hubo santos como Teresa Neumann, aunque ésta no ha sido aún canonizadaque estuvieron bastantes años sin comer ni beber nada, alimentándose solamente de la Hostia consagrada.   

Alejandrina da Costa (1904-1955), escuchó un día la voz del Señor que le decía: «No te alimentarás más con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será mi Divina Sangre, tu vida será mi Vida».

Durante los últimos trece años de su vida, Alejandrina no comió, ni bebió nada. Se alimentaba únicamente de la Eucaristía. Su sed sólo podía ser saciada por Dios mismo. Fue sometida a muchos estudios médicos, que confirmaron su inedia.

Otro caso es el del Padre Pío, cuya alimentación era tan frugal, que incurría prácticamente en la inedia, alimentándose de la Sagrada Hostia, hasta el punto de que los médicos decían que era imposible que se mantuviera con vida con lo que comía, afirmando que, para la ciencia, el santo estaba biológicamente muerto.

En una ocasión, le ingresaron en el hospital que él mismo había fundado al lado del convento donde vivía, por uno de sus recurrentes problemas de salud. Después de una semana sin probar bocado, comprobó que había aumentado de peso. Con su humor habitual, dijo: «Bueno, está visto que tendré que comer algo, si quiero bajar de peso».

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