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Han pasado ya dos meses desde que el fuego conmocionó al orbe católico al devastar una de las catedrales más emblemáticas de la cristiandad NOTRE DAME DE PARIS. Y mucho antes de lo previsto, ya se ha reanudado el culto, aunque si bien en precario y con todos los presentes llevando caso por el peligro de desprendimientos.

La presidió el arzobispo de París, Monseñor Michel Aupetit, y asistieron solo un número reducido de fieles, que aunque con la protección necesaria en sus cabezas, estaban sonrientes por participar en esa Misa, en cierta manera histórica.

La fecha de la Misa no era casualidad, no tenía que ver nada con ser justo el segundo mes tras el incendio sino por ser la fiesta de la Dedicatoria, la consagración del altar de la iglesia al culto, su inauguración religiosa. La lógica hace presumir que se hizo el esfuerzo por celebrar la Misa en esa fecha especial y con fuertes medidas de seguridad y precauciones, pero todavía no se dan las condiciones necesarias para que se reanude el culto de forma regular.

Era una ocasión “muy significativa para el templo” señaló monseñor Patrick Chauvet, máxima autoridad en la catedral. Más allá de la emoción desatada en todo el mundo, la Iglesia francesa quería reafirmarse.“Se trata de recordar que esta catedral está viva y de celebrar aquello para lo que fue construida”, declaró Aupetit poco antes de la misa. Recalcó la idea en el sermón. “Una cultura sin culto es una incultura”. Es bueno recurrir a la etimología para profundizar en el significado más hondo de las palabras.