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Una vez más otro personaje público habla sin miedo alabando a la religión católica y su benéfica influencia. Pascal Siakam, una de las grandes figuras de los Toronto Raptors en la NBA, la mejor liga de baloncesto del mundo, cuenta cómo haber pasado por el Seminario menor en su infancia lo ayudó mucho a crecer espiritualmente y en la vida. Unos años fructíferos que nunca olvidará y recuerda con cariño.

El Seminario, afirma, “me ayudó a a ser una mejor persona y luchar duro por conseguir quería”. “Podría haber sido fácil para mí ser el tipo de chico que no luchaba por lo que quería porque, de niño, tuve todo lo que necesitaba”, agrega.

Aunque pasar por el Seminario no es sinónimo de tener vocación son muchos los casos de personas que pasaron por el Seminario menor de niños y reconocen el bien que les hizo la formación, la disciplina, la vida comunitaria y espiritual.

La Iglesia nos enseña que dos son los aspectos inseparables en toda vocación sacerdotal: el don gratuito de Dios y la libertad responsable del hombre. La vocación es un don de la gracia divina, recibido a través de la Iglesia, en la Iglesia y para el servicio de la Iglesia. Respondiendo a la llamada de Dios, el hombre se ofrece libremente a Él en el amor.[11] El solo deseo de llegar a ser sacerdote no es suficiente y no existe un derecho a recibir la Sagrada Ordenación. Compete a la Iglesia, responsable de establecer los requisitos necesarios para la recepción de los Sacramentos instituidos por Cristo, discernir la idoneidad de quien desea entrar en el Seminario,[12]acompañarlo durante los años de la formación y llamarlo a las Órdenes Sagradas, si lo juzga dotado de las cualidades requeridas.[13]

La formación del futuro sacerdote debe integrar, en una complementariedad esencial, las cuatro dimensiones de la formación: humana, espiritual, intelectual y pastoral.[14] En ese contexto, se debe anotar la particular importancia de la formación humana, base necesaria de toda la formación.[15] Para admitir a un candidato a la Ordenación diaconal, la Iglesia debe verificar, entre otras cosas, que haya sido alcanzada la madurez afectiva del candidato al sacerdocio.[16]