
MÍSTICA CIUDAD DE DIOS
…llenándolos a todos y a cada uno de divinas influencias y dones soberanos, causando a un mismo tiempo muy diferentes y contrarios efectos en el cenáculo y en todo Jerusalén, según la diversidad de sujetos.
62. En María santísima fueron divinos, y admirables para los cortesanos del cielo, que los demás somos muy inferiores para entenderlos y explicarlos. Quedó la purísima Señora transformada y elevada toda en el mismo altísimo Dios; porque vio intuitivamente con claridad al Espíritu Santo, y por algún espacio (aunque de paso) gozó de la visión beatífica de la Divinidad. Y de sus dones y efectos recibió sola ella más que todo el resto de los Santos. Y su gloria por aquel tiempo excedió a la de los Ángeles y bienaventurados. Y sola ella dio más gloria, alabanza y agradecimiento, que todos ellos juntos por el beneficio de haber enviado el Señor a su divino Espíritu sobre la santa Iglesia, empeñándose para enviarle muchas veces y gobernarla con su asistencia hasta el fin del mundo. Y de las obras que sola María santísima hizo en esta ocasión se complació y agradó la beatísima Trinidad de manera, que se dio su Majestad como por pagado y satisfecho de este favor que hizo al mundo; y no solo por satisfecho, pero hizo, como si se hallara obligado por tener a esta única criatura que el Padre miraba como Hija, y el Hijo como Madre, y el Espíritu Santo como a Esposa, a quien (a nuestro modo de entender) debía visitar y enriquecer después de haberla elegido para tan alta dignidad. Renováronse en la digna y feliz Esposa todos los dones y gracias del Espíritu Santo, con nuevos efectos y operaciones que no caben en nuestra capacidad.
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Los Apóstoles, como dice san Lucas, fueron también llenos y repletos del Espíritu Santo; porque recibieron admirables aumentos de la gracia justificante en grado muy levantado; y solos ellos doce fueron confirmados en esta gracia para no perderla. Respectivamente se les infundieron hábitos de los siete dones, sabiduría, entendimiento, ciencia, piedad, consejo, fortaleza, y temor, todos en grado convenientísimo. En este beneficio tan grandioso y admirable, como nuevo en el mundo, quedaron los doce Apóstoles elevados y renovados para ser idóneos ministros del Nuevo Testamento y fundadores de la Iglesia evangélica en todo el mundo: porque esta nueva gracia y dones les comunicaron una virtud divina, que con eficaz y suave fuerza los inclinaba a lo más heroico de todas las virtudes y a lo supremo de la santidad. Con esta fuerza oraban, y obraban pronta y fácilmente todas las cosas, por arduas y difíciles que fuesen; y esto no con tristeza y por violenta necesidad, sino con gozo y alegría. En todos los demás discípulos, y otros fieles que recibieron el Espíritu Santo en el cenáculo, obró el Altísimo los mismos efectos con proporción y respectivamente, salvo que no fueron confirmados en gracia como los Apóstoles; mas según la disposición de cada uno se les comunicó la gracia y dones con más o menos abundancia para el ministerio que les tocaba en la santa Iglesia. La misma proporción se guardó en los Apóstoles; pero san Pedro y san Juan señaladamente fueron aventajados en estos dones por los más altos oficios que tenían; el uno de gobernar la Iglesia como cabeza, y el otro de asistir y servir a su Reina y Señora de cielo y tierra María santísima. El texto sagrado de san Lucas dice : que el Espíritu Santo llenó toda la casa donde estaba aquella feliz congregación, no sólo porque todos en ella quedaron llenos del divino Espíritu y de sus inefables dones, sino porque la misma casa fue llena de admirable luz y resplandor.
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Esta plenitud de maravillas y prodigios redundó y se comunicó a otros fuera del cenáculo; porque obró también diversos y varios efectos el Espíritu Santo en los moradores y vecinos de Jerusalén. Todos aquellos, que con alguna piedad se compadecieron de nuestro Salvador y Redentor Jesús en su pasión y muerte, doliéndose de sus acerbísimos tormentos, y reverenciando su venerable persona, fueron visitados en lo interior con nueva luz y gracia que los dispuso para admitir después la doctrina de los Apóstoles. Y los que se convirtieron con el primer sermón de san Pedro eran muchos de estos, a quien su compasión y pena de la muerte del Señor les comenzó a granjear tanta dicha como esta. Otros justos, que estaban en Jerusalén fuera del cenáculo, recibieron también grande consolación interior con que se movieron y dispusieron; y así obró en ellos el Espíritu Santo nuevos efectos de gracia, respectivamente en cada uno.