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Por increíble que parezca ya tenemos el luciferismo en la vida cotidiana con total naturalidad campando a sus anchas en las redes sociales, con su perfil público de facebook por ejemplo como una opción totalmente válida. El liberalismo y el relativismo moral han propiciado que en las sociedades modernas valga absolutamente todo. Muchas personas por ignorancia pueden caer en sus garras buscando fama, poder, por curiosidad.

En su carta de presentación dicen, el luciferismo es una doctrina esotérica, filosófica en el caso de las ordenes secretas y en algunos casos, religiosa como en algunas religiones minoritarias.

Hablan de Lucifer como fuente de inspiración 

Ellos mismos definen más en profundad su inspiración luciferina:

El ser Luciferino busca constantemente en lo mas profundo de su oscuro interior, conocerse a si mismo en todos los sentidos. Conocer sus fuerzas y debilidades es importante para desarrollarlas y potenciarlas. Hacer a un lado los aspectos que a uno no le gusta o atrae, es algo no recomendable. Siempre se debe enfrentar y conocer bien estas partes oscuras, tenerlas dominada es muy importante. Al final, son partes como el carácter, que son parte uno mismo. Nos inspiramos en lucifer por su ejemplo y nos despertamos para caminar en nuestro sendero absorbiendo de nuestra experiencia Conocimiento, Poder, Fuerza y Equilibrio. Así como con el Portador de Llama, también nos acercamos a dioses y archetipos de los mas variados panteones, persa, egicipio, griegos, babilónicos,etc. Nos inspiramos en lucifer por su ejemplo y nos despertamos para caminar en nuestro sendero absorbiendo de nuestra experiencia Conocimiento, Poder, Fuerza y Equilibrio. Así como con el Portador de Llama, también nos acercamos a dioses y arquetipos de los mas variados panteones, persa, egipcio, griegos, babilónicos,etc.

ENSEÑANZAS DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE EL DEMONIO

Tras la elección desobediente de nuestros primeros padre es se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. «Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali» («El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos») (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 800).

La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta «caída» consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: «Seréis como dioses» (Gn 3,5). El diablo es «pecador desde el principio» (1 Jn 3,8), «padre de la mentira» (Jn 8,44).

Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. «No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte» (S. Juan Damasceno, f.o. 2,4: PG 94, 877C).

La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio» (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4,1-11). «El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.

Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física-en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero «nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8,28)