
La masturbación es un pecado mortal grave que ofende mucho a Dios y que es un hábito vicioso que hay que tratar de cortar de raíz. Si se cae en él no hay que desesperar sino hacer una pronta confesión y poner todos los medios para no volver a caer:
Oración y frecuentación de los sacramentos
Devoción a la Virgen
Evitar las ocasiones
Estar ocupado y tener un plan de vida y un objetivo claro
Buenas lecturas, buenas compañías
Meditar en la gravedad del pecado y eternidad del infierno etc.
El vicio solitario (masturbación) consiste en abusar del propio cuerpo excitando los órganos genitales para procurarse voluntariamente el placer hasta el orgasmo. A veces, se comienza por mera curiosidad; pero si no se corrige esta inclinación se convierte en un vicio obsesivo que esclaviza a la persona y le desinteresa por todo lo demás: como le pasa al drogadicto.
Dice André Léonard, Profesor de la Universidad de Lovaina: «Por su misma naturaleza, la masturbación contradice el sentido cristiano de la sexualidad, vivida como alianza de amor. (…) El ejercicio de la facultad sexual queda privado de toda referencia afectiva con una pareja, en la medida en que el sujeto se repliega sobre sí mismo, en el disfrute de sí mismo. (…) La masturbación, privada del amor, deja a menudo insatisfecho a quien se entrega a ella. Conduce al vacío y al disgusto.
»Debes tener el coraje de pensar, y también decir, que la masturbación es un mal. Escucharás con frecuencia argumentos que intentan defender que se trata de un comportamiento inofensivo, tan anodino como el beber, comer o transpirar. Es preciso desmontar esas razones. (…)
«No es ciertamente el pecado más grave que puedas cometer. Pero eso no impide que te hagas su esclavo, que te habitues a una sexualidad egoísta, y que asfixie en ti la vida espiritual».
La masturbación puede llegar a ser algo obsesivo en la persona. Hace del placer sexual algo egoísta, cuando Dios lo ha hecho para ser compartido dentro del matrimonio. Conozco casos de matrimonios fracasados porque uno de los dos, esclavizado por la masturbación, se negaba a las naturales expresiones de amor dentro del matrimonio. Quien se deja esclavizar del vicio de la masturbación puede arruinar la armonía sexual de su matrimonio. Una mujer joven se quejaba en la consulta de un médico de que su marido tenía con ella muy pocas relaciones sexuales. Él reconoció, delante de ella, que prefería masturbarse.
Quien tiene la desgracia de verse esclavizado de esta mala costumbre debe poner el mayor esfuerzo en corregirse cuanto antes. Este vicio encadena fuertemente, cada vez es más difícil desligarse de él, y cuando tiene esclavizada a una persona, la envilece, la embrutece, anula su voluntad, destroza su carácter, perturba el desarrollo de su personalidad, debilita la fe, produce desequilibrio nervioso, hace egoístas e incapacita para amar a otra persona.
«No se puede abusar del organismo. La naturaleza pasa después la factura. El cuerpo humano tiene sus límites. No se pueden gastar las energías destinadas al desarrollo integral de la persona humana.»
Todos los médicos están de acuerdo que cuando la masturbación es frecuente, conduce a la neurastenia. Y cuando la masturbación es un vicio esclaviza como todos los vicios.
«La masturbación es, con frecuencia, expresión de egocentrismo, (…) indicio de un desarrollo retardado o detenido de la personalidad».
«Cuando la masturbación se convierte en hábito, debe ser calificada como falta de madurez. (…) Cuando la masturbación presenta síntomas de psicosis y neurosis, debe buscarse la ayuda de un profesional que la someta a un tratamiento adecuado.(…) Las fuentes que dan pábulo a la fantasía -lecturas, televisión, cine- han de considerarse como la base de muchas acciones que no deberían haber tenido lugar, si no hubiesen sido estimuladas».
Hay maníacos sexuales «que buscan el placer una y otra vez por sí mismo, y caen, como los drogadictos, en el círculo de una insaciable repetición, con el fin de superar en cada nuevo intento, las incesantes frustraciones.
Estas partes del cuerpo deben respetarse con delicadeza, y sólo tocarlas por necesidad, limpieza, higiene, etc. Pero nunca tocar estos órganos sólo por gusto. Con eso no se juega.
Éste es un pecado degradante, repugnante, inconcebible en una persona delicada. Sin embargo, si después te da vergüenza confesarlo, entonces la desgracia es doble e irreparable.
Si tuviste la desgracia de la caída, no permitas la de la vergüenza de confesarlo. Acude a un sacerdote y ábrele tu conciencia para que te perdone y te ayude a salir de tan triste estado. Ten confianza. Tienes remedio. Muchos empezaron esta mala costumbre sin conocer su importancia. Bien porque lo descubrieron de un modo casual, bien porque fueron enseñados por otra persona que intencionadamente quitó importancia al asunto. Pero la masturbación es un vicio que puede esclavizar fuertemente y transformar el carácter de la persona, y hasta sus convicciones religiosas.
La masturbación puede llevar a perder la fe. Muchas incredulidades han empezado en la masturbación». El joven siente inclinación a masturbarse, oye que la Iglesia lo prohíbe, y siente la tentación de dejar la Iglesia que le prohíbe lo que le gusta hacer, y quizás le cuesta trabajo evitar.
«Pero, por otro lado, no podemos olvidar que la masturbación no contribuye a la superación del problema sexual o de la tensión de un momento dado. Conduce, por sí misma, a la larga, a una erotización mayor y a una obsesión creciente, de modo que a la larga el problema no se soluciona. El sexo, no lo olvidemos, (Chauchard no se cansa de repetirlo) está sobre todo en la cabeza. Tiene una capacidad obsesionante tal, que la solución del problema sólo se logra cuando el hombre consigue entregar su pensamiento a tareas que le ilusionen. La solución al problema del sexo, y a una obsesión excesiva, sólo se encuentra de modo indirecto, cuando el hombre consigue centrar su pensamiento en algo que le ilusiona. He sido testigo de cómo muchachos que se han entregado con ilusión a una ocupación deportiva, incluso en presencia de chicas, o a otro tipo de ocupación, no tenían problema alguno sexual; mientras éste surgía siempre que se dejaban llevar por el ocio».
Es fácil que quienes han contraído el hábito de la masturbación experimenten un fuerte sentimiento de culpabilidad capaz de destruir todo estímulo de vida y de producir un permanente complejo de inferioridad.
El único tratamiento pastoralmente eficaz es el de procurar abrir horizontes hacia expresiones plenas de la afectividad y hacia tareas culturales, profesionales, sociales y religiosas, que den sentido a sus vidas.
La gravedad de cada acto masturbatorio no siempre es fácil determinarla pues depende de muchas circunstancias y pueden darse atenuantes de la responsabilidad, aunque es un pecado mortal, que hay que evitar. Se debe poner un serio empeño en evitarlo por el peligro de caer en la esclavitud del hábito.
«Los trastornos afectivos y algunas situaciones neuróticas provocan frecuentemente manifestaciones de autoerotismo, que alcanza, a veces, un carácter convulsivo claramente psicopático…Está comprobado que la masturbación ejerce siempre una mala influencia, sobre todo en la psicología juvenil. Debilita la fuerza de voluntad, la confianza en sí mismo, y perturba el desarrollo de la personalidad. Crea melancólicos e introvertidos y, en el fondo, egoístas. La masturbación es una satisfacción sexual egoísta, que marca a la persona y la incapacita para el verdadero amor.»
La masturbación es, muchas veces, un recurso barato y triste; una compensación, un consuelillo de segunda clase por algún otro éxito de cualquier otro tipo que no hemos sido capaces de conseguir. Con todo, no todos los actos masturbatorios son de la misma gravedad. Cuando un joven tiene interés en corregirse y pone los medios que tiene a su alcance aunque tenga caídas, éstas pueden tener atenuantes a su culpabilidad. Siempre se puede acudir a Dios pidiéndole ayuda, pues Él nunca abandona a los que acuden a Él, pidiéndole ayuda para algo bueno y conveniente. Y como dice San Pablo: Todo lo puedo en Aquel que me conforta.
En la adolescencia, la masturbación puede aparecer como algo pasajero. Como eso de los granos. Pero si es repetitivo, puede degenerar en hábito; y esto es grave. Lo lógico es que deje un sentimiento de culpa. Sin duda es mejor dominarse que dejarse vencer. Dominarse es señal de adultez. La victoria es señal de madurez. La caída es señal de debilidad; por eso deja sentimiento de culpa.
«En la edad madura, la masturbación puede ser síntoma de algo más serio, sobre todo si es persistente. Puede indicar un estado de adolescencia mental, o alguna otra deficiencia psíquica. Se encuentra, desde luego, en muchos tipos de demencia senil y en el alcoholismo. En general puede aparecer en todos los estados mentales, en los que se dé una descohesión de la personalidad que tenga por consecuencia una pérdida de control de los instintos más primitivos».
A veces las caídas en la masturbación no son por una intención lujuriosa. Son consecuencia de una depresión, una angustia, una ansiedad que no permite conciliar el sueño, etc. Casos así pueden remediarse con algún sedante inofensivo RECOMENDADO POR UN MÉDICO.
En una conferencia que le oí en 1976 al Dr. D. José Mª Poveda Ariño, Jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid, titulada Ciencia y Doctrina Moral Sexual, dijo que la masturbación es un fenómeno evitable por cualquier persona normal. Y en los casos en que esta superación parezca difícil es perfectamente asequible con los productos que un médico puede recomendarle.
En enero de 1976 el Vaticano publicó un documento sobre Moral Sexual donde dice: «El uso deliberado de la facultad sexual, fuera de las relaciones conyugales normales, contradice esencialmente la finalidad de esta facultad» (nº5). También dice este documento que «la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado» (nº9).
Esto significa que el acto, “en sí mismo”, es siempre materia de pecado grave (“objetivamente malo”). Para determinar si el acto de una persona concreta es pecado grave también habrá que considerar si se cumplen las otras condiciones del pecado grave: que tenga uso suficiente de razón como para saber lo que está haciendo y la malicia del acto, y que consienta plenamente al mismo.
En 1983 el Vaticano ha publicado otro documento sobre la educación sexual (Orientaciones educativas sobre el amor humano)donde dice: «La masturbación es un grave desorden moral».
Y aunque sólo Dios conoce la responsabilidad moral subjetiva de cada acto, «de ningún modo se puede sostener que en el campo sexual no se cometen pecados mortales».
Pero no has de considerar pecado todos los tocamientos en tus órganos genitales. Pueden ser pecado los tactos encaminados a excitar el placer sexual; pero otros actos que se hacen por necesidad o por higiene, no son pecado alguno. Y en las conmociones orgánicas que sientas involuntariamente, reprime el consentimiento, y en paz. No has pecado contra la pureza. Aprende a distinguir entre el sentir y el consentir. Puede ser que a veces sientas movimientos contra tu voluntad en tus órganos genitales. Acostúmbrate a prescindir de esas sensaciones.
El pecado no está en el sentir, sino en el consentir. En el noveno mandamiento te expongo el modo de luchar contra estas tentaciones molestas. Pero si tuvieras la desgracia de haberte complacido voluntariamente en ese placer sexual, entonces manchaste tu pureza.
El orgasmo, que es la sacudida que experimenta el cuerpo con la satisfacción del placer sexual, es derecho exclusivo de casados. Una persona soltera no puede ni procurárselo voluntariamente ni aceptarlo si lo experimenta involuntariamente. A veces el orgasmo se produce imprevistamente. En ese caso tampoco es lícito saborearlo voluntariamente, aunque no se pueda evitar la sensación placentera. Pero cuando ocurre durmiendo no es pecado alguno.
El placer venéreo completo, el orgasmo, buscado directamente, sólo está permitido dentro del matrimonio, dentro del acto conyugal.
Padre Jorge Loring S. I.
EL CRISTIANO HA NACIDO PARA LA LUCHA
Dijo León XIII que “el cristiano ha nacido para la lucha“. No es una frase suave y meliflua, de las que tanto gustan. Nos presenta una vida de combate, siempre dispuestos a luchar por nuestra salvación.
Pero no debemos minimizar otra gran batalla, aunque la primordial es la interior: la exterior. Dar testimonio con nuestras palabras y nuestras obras. Tratar de hacer realidad ya el Reino de Dios en este nuestro mundo. Eso incluye, para los que estamos en el mundo, ofrecer nuestra visión de las cosas, discutir si es necesario, corregir, aclarar puntos, actuar con coherencia. No se queda sólo en rezar por los demás. Ora et labora. O, como dice el refrán, “a Dios rogando y con el mazo dando“. Es una batalla en toda regla que incluye y necesita de la lucha interior, ya que lo que se vive dentro es lo que se exterioriza.
Me gustaría compartir con vosotros unos pocos puntos que pueden ser útiles para la batalla:
El guerrero lucha. Esta obviedad implica que no puede vivir por inercia, pretendiendo ser sólo un observador o guiándose por el “vive y deja vivir” que sólo sirve para enmascarar la cobardía.
El cristiano, especialmente el confirmado, tiene que reflejar lo que cree. Si no se convierte en obras, la fe está muerta.
Al primero al que hay que vencer es a uno mismo. La lucha exterior es reflejo de la interior. Sin oración, sin vida interior, lo que vamos a reflejar va a ser más bien pobre.
El guerrero es un inconformista. No puede quedarse parado viendo injusticias y abusos. No está aquí para eso.Sólo podemos luchar con la esperanza que viene de la fe. Sin esa esperanza, acabaríamos dejándonos llevar por la corriente.
Un guerrero tiene que entrenar. Si no lo hace, se oxidará. Eso incluye formarse en la fe. Poco podremos mostrar y defender lo que no conocemos.
Un guerrero sabe elegir las batallas a luchar. No puede ni debe meterse en todas, porque le desbordarán. No es buena idea abrir demasiados frentes. Cada uno debe discernir y ver qué batallas luchar y cuáles dejar pasar.No todas las batallas se luchan igual, ni todos los guerreros pelean de la misma manera. No todos valen para discutir, ni todos valen para luchar desde una clausura. Cada cual tiene que conocer sus propias capacidades y usarlas de la forma más adecuada.
Lucha para ganar. No podemos pensar en un resultado que no sea la victoria. De lo contrario, no lucharemos con todas nuestras capacidades.
Lucha siempre de forma honorable. Así tu victoria o tu derrota serán honorables.
Un guerrero debe ser prudente. No es un temerario. Piensa en el problema, evalúa formas de acción.No es bueno lanzarse a luchar sin conocer mínimamente al enemigo a batir, su forma de luchar, sus objetivos.
EL guerrero no tiene miedo a ir contracorriente, por mucho que algo esté plenamente aceptado por la sociedad. No está aquí para hacer lo que dice el mundo, sino para hacer lo que dice su Rey.
Un guerrero conoce el miedo al fracaso, a la derrota Pero el amor a su Señor le hace superarlo y se lanza a la batalla.
Un soldado obedece a sus superiores. El Magisterio de la Iglesia es una guía que siempre debe respetar y aceptar.
El “fuego amigo” es especialmente dañino. Un católico favorable al aborto, al gaymonio, que no respeta la liturgia, que no ama a la Iglesia, hace daño tanto a la propia Iglesia en sí misma como a quienes le escuchen. Es un lobo vestido con piel de cordero.
Lucha siempre con amor Que sea el amor a Dios, a la Iglesia, al prójimo el que te mueva.
La vida es una lucha continua. Más vale que te lo metas bien dentro de la cabeza cuanto antes.