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PERVERSOS…, ESTULTOS…, TONTOS.

La riqueza doctrinal de los libros sapienciales, por venir de la revelación divina, no pueden sino aclararnos conceptos morales que tocan la médula íntima del alma humana y nos advierten, instruyen y cimentan el justo camino a seguir, iluminando nuestra inteligencia para alimentar nuestra voluntad consiguiente.

Literatura sabía que combina el fondo con la forma en orden a nuestros conocimientos y actitudes salvíficas.

Es chocante lo que entre esa selva de pensamientos y aforismos bíblicos descubrimos en el Eclesiastés: “Perversi, dificile corriguntur. Stultorum, infinitus est numerus” (los perversos, difícilmente se corrigen. El número de tontos es infinito).

Perverso es el depravado en costumbres, inmoral, impío, pérfido. Esta postura torcida, descarriada moralmente, tiende a no corregirse pues le domina su soberbia sobre la objetividad, para recobrar el buen camino ético. No es ignorante, sino consciente de sus actos, por tanto es libre, y por ello responsable de sus actos.

Es el caso de la inconsecuencia entre la razón y la voluntad y eso es lo que constituye la esencia del pecado como forma de rebelión contra la Ley de Dios y la ley natural.

Los ángeles caídos pretendieron ocupar el lugar del Creador y esa rebelión les costó la creación del Infierno.

Todo pecado es una gravísima insurrección contra la naturaleza con sus consiguientes efectos frustrantes de la felicidad de los seres creados con raciocinio.

El estulto es el tonto, torpe o incapaz de comprender lo correcto, necio. Este, no necesariamente es responsable de sus actos, al faltarle claridades mentales y se pierde en la complejidad de verdades ontológicas, lógicas o morales, acabando en actitudes absurdas.

Es el que perdido en medio de la selva, no sabe qué dirección y tomar para salir de ella, al carecer de brújula orientativa, y sigue dando vueltas incurriendo en desatinos… Peca más de ignorante que de mala voluntad, pero su destino, nada loable, lo augura y lo paga.

Es claro que el número de estultos, tontos y necios no es infinito, porque el número de humanos tampoco lo es, y más cuándo no todos lo son.

Quiere decir esa cita bíblica que la superabundancia de estulticia es incontable por su número. Lo infinito no tiene límite; lo indefinido, sí, pero no sabemos hasta dónde llega la frontera de su término al constar de cantidad difícilmente mensurable.

El mundo actual, está registrando unos niveles de perversidad, de estulticia, de ignorancias formativas e informativas en todos los órdenes, que están llevando a la Humanidad al caos de la anarquía práctica, con la consiguiente falta de justicia y con un ateísmo práctico no declarado, y un desquiciamiento de principios ineludibles causantes de los males y escándalos diarios, como fruto de la descristianización galopante que estamos padeciendo.

A esos perversos y a los estultos perdidos en la estupidez y la insulsez podemos meterles en el mismo saco: la estupidez humana no es infinita…, pero es indefinida.

Jesús CALVO PÉREZ,

Párroco de Villamuñio, León.