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Un señor de Padua, de nombré Leonardo, contó a San Antonio que le había propinado una fuerte patada a su propia madre. El santo le contesta con tristeza:

«El pie que golpea a la madre o al padre, merecería ser amputado al instante».

El pecador, lleno de remordimiento, pero sin prudencia ni cabeza se cortó el pie al llegar a casa. La trágica noticia se propagó por toda la población, hasta que llegó a los oídos del santo. San Antonio fue a verle y después de una rezar, le reinjerta a la pierna el pie que se había cortado, haciendo luego la señal de la cruz

Y el prodigio se realizó ante la admiración de todos: el pie quedó adherido a la pierna, de tal modo que el hombre empezó a andar y a saltar con alegría alabando a Dios y dando gracias al santo.

El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que, después de Él, honrásemos a nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad.

Este precepto se expresa de forma positiva, indicando los deberes que se han de cumplir. Anuncia los mandamientos siguientes que contienen un respeto particular de la vida, del matrimonio, de los bienes terrenos, de la palabra. Constituye uno de los fundamentos de la doctrina social de la Iglesia.