
“… Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18, 8)
Para contestar a este pregunta del Evangelio no hay más que salir a la calle y ver como están nuestras ciudades, ¿qué es lo que queda de cristiandad? La fe católica se limita a cada vez más pequeños reductos, algo que pasa desapercibido al no haber persecución cruenta todavía, sino una cierta permisibilidad.
La frase de Chesterton en la que afirma que cuando no se cree en Dios se puede creer en cualquier cosa, es perfectamente aplicable a la mayoría de las imbecilidades del mundo moderno. ¿Puede haber algo más absurdo que un bautismo civil o una primera comunión civil?
Ciertamente no, pues es algo tan absurdo que no merecería la pena ni comentarse, si no fuese porque es un fenómeno que se da en nuestra sociedad y no solo eso, sino que va en aumento. Es una moda que se impone y la gente acepta borreguilmente como si fuese un acto social del que sentirse orgulloso.
En lugar de celebrar algo tan grande como la incorporación a la Iglesia, que abre las puertas del cielo y a la vida eterna, se celebra la incorporación a la sociedad, algo tan desfasado como la entronización de la diosa razón en la catedral de París y la creación de una religión laica.
Lo mismo habría que decir de las primeras comuniones civiles, que tienen todavía menos sentido si cabe, pues en el bautismo civil lo disimulan con el concepto de bienvenida a la sociedad, a la religión sin Dios. Pero en este caso aún es más absurda una primera comunión sin Cristo, una primera comunión sin comunión.