
Cada vez es más frecuente encontrarnos con personas que quieren apostatar de la Iglesia Católica y cumplimentan todos los trámites burocráticos para hacerlo efectivo y apostatar formalmente.
El odio a la Iglesia, cada es más mayor por parte de algunos sectores, que espoleados por los medios de comunicación, atribuyen a la Iglesia la culpa de todos los males y ven en ella el enemigo a destruir.
El anticlericalismo está cada vez más extendido en la mayoría de las sociedades que han declarado la guerra sin cuartel a la religión católica. Fruto de ello, es que cada vez es mayor el número de personas que quieren apostatar formalmente de la Iglesia, acto mucho más grave si cabe que la apostasía material.
Lo que no caemos del todo en la cuenta es de la gravedad del acto formal de apostasía, pues estas personas están firmando en vida su propia condenación, apostatando de la verdadera Iglesia de Cristo.
Una vez se ha dado este paso, es muy difícil en la práctica retractarse de él, no porque Dios no esté abierto a una conversión, sino por el endurecimiento de corazón que lo hace prácticamente imposible. Además no solo reniegan de Dios con este acto formal sino que además se suelen jactar de ello. La jactancia es un grado de endurecimiento peores.
Les dejo con un magnífico artículo del P. Iraburu sobre la gravedad de la apostasía.
La apostasía, el máximo pecado