
SAN NORBERTO
Del TRATADO DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO, o HISTORIA ECLESIÁSTICA, POR EL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON FÉLIX AMAT
Semejante al celo de San Bernardo fue el de San Norberto fundador de los Premonstratenses. San Norberto, nacido de muy ilustre familia en Santen (Xanten), ducado de Cleves (Cléveris), se distinguió en los estudios, y habiendo entrado en el clero y recibido el subdiaconado, residía primero en la corte de Federico arzobispo de Colonia, y después en la del emperador. Era muy estimado y obsequiado, no solo por su distinguida nobleza y grandes rentas, sino también por sus calidades personales, buen talle, bella figura, fino trato, genio esplendoroso, mucho talento y agrado. Era ya canónigo, obtenía pingües beneficios, y no veía en el estado clerical sino un camino llano, para llegar por medio de las dignidades pacíficas de la Iglesia a los primeros honores del imperio.
Olvidado de la eternidad, no pensaba más que en divertirse y en los medios de elevarse. Mas el Señor que le tenía destinado para grandes empresas, le llamó a sí, como otra vez a S. Pablo. Paseábase Norberto a caballo por una pradera, cuando sobreviene una extraordinaria borrasca, y cae a sus pies un rayo: ábrese un hoyo profundo, el caballo queda tendido a un lado, Norberto al otro, y el criado asombrado. Pasa una hora Norberto sin sentido, vuelve en sí como de un profundo letargo, y a la manera de Saulo exclama: ¿Señor, qué es lo que queréis que haga? Una voz interior le responde: Apártate del mal, obra el bien, busca la paz, y síguela constante; y con esto forma la más firme resolución de mudar enteramente de vida.
Se retira totalmente del trato de la corte, y metido en su casa o en un monasterio inmediato a Colonia, se va disponiendo para el nuevo tenor de vida fervorosa, con que quiere reparar el escándalo de su vida mundana. Le parece que podrá hacer más fruto acabando de ordenarse, y se presenta al arzobispo Federico, y le pide que le ordene diácono y presbítero en un mismo día. Sorprendido el arzobispo de que solicite con instancias las órdenes, que antes no quería recibir, le pregunta la causa, y Norberto arrojándose a sus pies hace con lágrimas una humilde confesión de sus culpas, y le declara la resolución que Dios le ha inspirado. Federico cree que tan extraordinaria mudanza es efecto de una inspiración divina, y así dispensa las leyes que prohíben conferir de una vez los dos sagrados órdenes.
A la hora del oficio se presenta Norberto vestido muy ricamente como suele; pero cuando el sacristán va a darle, como a los demás ordenandos, los ornamentos sagrados, se quita el vestido rico, y en su lugar se pone un sayo de pieles, como le usa la gente más mísera del país; y sobre este vestido que resuelve llevar regularmente, se pone los ornamentos eclesiásticos que le da el sacristán. Luego que fue ordenado pasó seis semanas en el monasterio, y después se fue a servir el canonicato que obtenía en su patria Santen. Allí exhortaba eficazmente al deán, y a los canónigos al puntual cumplimiento de la regla, y reprehendía los escándalos y faltas públicas, viéndose injuriado e insultado varias veces por los más díscolos. Un simple clérigo llegó una vez a escupirle en la cara: el Santo sólo dijo que más merecían sus pecados, y lejos de quejarse, hallaba sus delicias en sufrir por el nombre de Jesucristo, y por la salud de sus hermanos…