
Mary Wagner es una heroica militante a favor de la vida que ha sufrido muchas condenas por evitar las muertes de bebés en abortorios. Hasta 14 veces ha dado con sus huesos en la cárcel por el simple hecho de querer evitar las muertes de los inocentes en el seno del vientre materno.
Wagner declaró que «no tendrían que existir las clínicas abortivas» y que ella respetaba las leyes. «Me siento en la obligación de ir a los abortorios para custodiar a los niños por nacer, para hacer lo posible para tocar el corazón de las mamás en riesgo de abortar».
Al igual que la activista canadiense, el doctor español Jesús Póveda se dedica en cuerpo y alma a hacer rescates.
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LO QUE ENSEÑAN LA IGLESIA SOBRE EL VALOR DE LA VIDA HUMANA
La Iglesia nos recuerda que la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (cf Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, 1, 1).
Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral.
La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae” (CIC can. 1398), es decir, “de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito” (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cf CIC can. 1323-1324). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.