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El santo Vianney, cura de Ars, fue un gran ejemplo de desprendimiento de las cosas materiales y de confianza en la Divina Providencia.

Daba tantas limosnas a los pobres, que frecuentemente se encontraba con que no tenía siquiera lo necesario, con frecuencia su dieta consistía en patatas y llevaba los zapatos siempre muy raídos.

En una ocasión no tenía con que pagar una capilla que había hecho construir en la iglesia. ¿Qué hacer? Toma su rosario y va a pasearse por el campo, como solía hacerlo cuando se veía en semejantes apuros.

Mas apenas había llegado a las puertas de la ciudad, se encontró a un caballero que le preguntó cómo le iba. –Estoy bien, contestó el cura de Ars, pero muy afligido, porque no tengo con que pagar una capilla que acabo de hacer construir. El caballero reflexiona un poco, saca del bolsillo veinticinco monedas de oro y se las entrega al sacerdote, encomendándose a sus oraciones, desapareciendo en seguida sin dar lugar a que el varón de Dios le manifieste su agradecimiento.

En otra ocasión, que debía el trigo empleado en el mantenimiento de su instituto La Providencia, rezaba el Rosario con la mayor confianza en María, cuando de repente se le presenta una mujer, preguntándole si era el cura de Ars; y como le respondiese que sí, “he aquí, dijo la mujer, el dinero que me han mandado entregarle; se encomiendan a sus oraciones.” La mujer desapareció al instante sin decir quién era, ni quién la había enviado, y el Beato Vianney, lleno de reconocimiento, llevó el dinero al propietario que le había vendido el trigo. (Vida del Cura de Ars.)