
Seguro que todos hemos oído hablar mucho de la Asunción de María.
¿Pero como fue recibida la Virgen en la Patria celestial? Como fue el extraordinario recibimiento a nuestra querida Madre, cuando acabaron sus trabajos y penas en el mundo y entró a tomar posesión del Cielo, junto a su divino Hijo, Dios Nuestro Señor?. San Alfonso María de Ligorio nos habla de ello en su estupenda obra “Las Glorias de María”.
La narración exhaustiva dará para más artículos pero valga esta primera aproximación. Explica San Alfonso que la Asunción de María al Cielo fue más gloriosa que la del mismo Jesucristo pues a Jesús le recibieron todos los Ángeles pero a María la recibió el mismo Nuestro Señor Jesucristo con dulces palabras, además de todos los Ángeles. “Levántate, querida Madre, hermosa y pura paloma deja este valle de lágrimas donde tanto has padecido por mi amor. Ven y serás coronada. Ven a sentarte junto a mí y a recibir la corona que te daré de Reina del Universo”
Los Ángeles la alababan diciendo “Ésta es la Madre de nuestro Rey, nuestra Reina, la Bendita entre las mujeres, la Santa de las Santas, la amada de Dios, la paloma , la más hermosa de todas las Criaturas.” ”Señora y Reina nuestra, Vos sois la alegría de nuestra Patria, el honor de todos nosotros. He aquí vuestro Reino. Todos nosotros somos vasallos vuestros, dispuestos a obedeceros en todo”. La alegría, fiesta y gozo en el Cielo fue tan inconmensurable que la mente humana jamás podría ni siquiera atisbar a entender lo que se vivió en el Cielo, afirma San Alfonso.
Vinieron a alabarla naturalmente a continuación todos los Santos, (pues recordemos que el Señor, en su asunción, había abierto las puertas del Purgatorio y el Cielo se había llenado de almas justas que habían pasado largos siglos esperando su redención por el Mesías, Nuestro Señor Jesucristo.) Vinieron arrodillarse ante Ella, a aclamarla como su Reina y a venerar sus inacabables virtudes. Vino también el Apóstol Santiago, el único discípulo de Cristo que estaba ya en el Cielo a venerarla y a agradecerle todo el auxilio y el apoyo que les dio en la Tierra, incluida la aparición traslación de María en Zaragoza, cuando él estaba dedicado a la evangelización de España.
Especialmente emocionante fue la veneración que de María hicieron nuestros primeros padres, Adán y Eva. ”Ah, Hija querida, Vos habéis reparado el daño que nosotros causamos al genero humano. Vos habéis alcanzado para el mundo la bendición que nosotros perdimos por nuestra culpa. Por Vos nos hemos salvado. Seáis eternamente bendita” le dijeron. Vino San Simeón a honrarla y a postrarse ante Ella y a recordarle con gran alegría aquel día en que él vino a recibir entre sus brazos al Niño Jesús. Vinieron San Zacarías y Santa Isabel y postrados le agradecieron la visita que hizo a su casa para traerles tantas gracias. Vino San Juan Bautista a venerarla y darle gracias por haberle santificado con su presencia en su casa cuando él estaba aún en el vientre de su madre. Fue también muy especial el saludo de sus padres San Joaquín y Santa Ana .”Ah , Hija querida, que fortuna ha sido la nuestra de tener tal Hija. Ahora eres nuestra Reina en calidad de Madre de nuestro Dios. Como tal te saludamos y veneramos”, le dijeron.
Pero el momento más increíblemente emocionante, después del saludo de Nuestro Señor, fue el reencuentro de la Virgen con su marido, el glorioso patriarca San José. ¿Quién podrá entender la alegría de San José al ver de nuevo a su Esposa, revestida de tanta gloria y triunfo y convertida en Reina de los Cielos ?, dice San Alfonso. “ Mi Señora y mi Esposa, benditos sean los momentos que pasé sirviendo a Dios y a Vos, mi santa Esposa. He aquí a nuestro Jesús, consolémonos que ahora no se halla acostado en un establo de heno, ya no vive pobre y despreciado en una tienda como estaba con nosotros en Nazaret. No está clavado en un infame patíbulo como murió en Jerusalén por la salvación del Mundo. Está sentado a la derecha del Padre, como Rey y Señor del Cielo y de la Tierra. Mi Reina, ahora nosotros nos nos apartaremos de sus santos pies para bendecirle y amarle por toda la Eternidad” dijo.
La Santísima Virgen, Reina de Cielos y Tierra se postró entonces a adorar a la Divina Majestad y a agradecer todas las gracias recibidas de Él. Y las tres personas divinas colocaron el trono de María a la derecha de Jesús . María fue proclamada solemnemente Reina de Cielos y Tierra y el Señor mandó a los Ángeles y a todas las criaturas que la reconozcan como Reina y como tal la sirvan y obedezcan.
Rafael María Molina