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Sierva mía Doña Blanca, arrimaos a este mi Pilar, y tendréis salud.”

MILAGRO XX

RESTITUYE LA SALUD A LA REINA DE NAVARRA

DOÑA BLANCA, llorándola ya muerta de una grave enfermedad. (*)

(*) Refiere este milagro, como está en el citado libro, Don Antonio de Fuertes y Biota, en su Historia de Nuestra Señora del PILAR. pág. 39. milag. 4.

Enfermó gravemente la Serenísima Reina de Navarra Doña Blanca (que según puede colegirse del cómputo de las historias, ya que no lo dice el libro, sería por los años de 1430, poco más o menos) multiplicábanse los remedios, y los accidentes, y crecía el cuidado de sus Vasallos, con el peligro de la dolencia, que suelen precipitarla las medicinas, extenuando las fuerzas, cuando son desproporcionadas al mal en eficacia, o virtud. Experimentose aprisa esta verdad en la Reina, llegando en breves días al artículo de la muerte, y teniéndola por difunta los que la asistían por espacio de tres horas. Desatóseles el corazón en caudalosos corrientes de lágrimas a todos los circunstantes, formando corona fúnebre a su Real cadáver, haciendo su desconcertado llanto, las primeras, y más dolorosas Exequias de tan soberana defunción. No pasaba así en lo interior de la Reina, porque habiendo sido muy devota de Nuestra Señora del PILAR, en los últimos alientos se le apareció en visión sobre una Columna de mármol, y le dijo: Sierva mía Doña Blanca, arrimaos a este mi Pilar, y tendréis salud, a cuya soberana vista del alma, abrió los ojos del cuerpo la Reina, y desprendiéndose en voces los labios, dijo: Oh Señora Santa MARÍA del PILAR , bendita seáis, que me habéis guardado, y de muerte me habéis restituido a la vida. Los que estaban en su Real Cámara viendo, y oyendo a su Reina, y Señora natural; continuando sus lágrimas, trocaron los afectos, pues ya no el dolor, sino la ternura, y el alborozo más copiosamente las vertían, alternándolas con alabanzas a la Reina de las misericordias, diciendo: Señora Santa MARÍA del PILAR, loada, y bendita seáis, que habéis hecho tan gran milagro en sanar, y volver de muerta viva a nuestra Señora Reina de Navarra. Y luego aquella Majestad hizo promesa, y voto de venir a velar a la Capilla Angelical de su sagrada Iglesia, y lo cumplió después, acompañada, y asistida del Príncipe, e Infantes sus hijos, y de los Obispos de Tiro, y de Pamplona, con muchos Caballeros, y otra gente de su séquito. Estuvo por muchos días en la Iglesia de Nuestra Señora del PILAR en vigilias, oraciones, y ayunos, distribuyendo muchas limosnas; y dejando ricas preseas a la Virgen, dignas prendas de su devoción, y grandeza, se volvió con salud perfecta a su Reino.