
CLAMORES DE ULTRATUMBA
por el M. R. P. FR. JOSÉ COLL
Ejemplo
—Gratias Deo! ecce draco qui me ad devorandum acceperat, fugit; orationibus vestris expulsus, stare non potuit: ¡Gracias a Dios! el dragón a cuya voracidad había sido entregado para que me devorase, expulsado por vuestras oraciones, no pudo permanecer aquí y huye.
En comprobación del fruto que se saca de auxiliar a los moribundos, véase el siguiente notabilísimo ejemplo de que da fe el Papa San Gregorio el Grande: “Había, dice, en mi monasterio (sabido es que San Gregorio vistió el hábito monacal en Roma, en el monasterio dedicado a San Andrés, que él mismo había edificado a sus expensas) un monje, cuyo hermano llamado Teodoro, siendo todavía un muchacho, quiso seguirle, más bien por matar el hambre que por vocación verdadera. Salió tan malo este mozo, que no se le podía aguantar; mas herido de muerte por una pestilencia que reinaba en Roma, juntáronse los Religiosos para recomendarle el alma y ayudarle a bien morir. De pronto exclamó el moribundo:
—Apartaos, apartaos, que vuestras oraciones no son de provecho para mí, porque ya me han entregado a un dragón para que me trague y devore: ya me tiene toda mi cabeza dentro de su boca. Idos de aquí para que acabe de engullirme, y no me dé los tormentos que ahora sufro; dejadle que cumpla lo que ha de hacer, que por estar vosotros presentes no puede acabar conmigo.
Oyendo los Religiosos estas tan espantosas voces, luego se echaron por el suelo, invocando unos a la Reina de los cielos, mientras que otros con voz piadosa y lastimera le decían:
—Hermano Teodoro, hazte la señal de la cruz, e invoca el santísimo Nombre de Jesús.
A lo que respondía él dando grandes gritos:
—Volo me signare, sed non possum: quia squamis hujus draconis premor: Quiero santiguarme, pero no puedo; porque las escamas de este dragón me tienen oprimido.
Los Religiosos al oír esto, más y más estrechaban sus frentes con el suelo, rogando a Dios con muchas lágrimas, a la benditísima Madre de misericordia y a todos los Santos, para que aquella pobre alma fuera libre del poder infernal; y perseverando todos en esta oración, el moribundo volviendo el rostro hacia ellos, les dijo con mucha paz y sosiego:
—Gratias Deo! ecce draco qui me ad devorandum acceperat, fugit; orationibus vestris expulsus, stare non potuit: ¡Gracias a Dios! el dragón a cuya voracidad había sido entregado para que me devorase, expulsado por vuestras oraciones, no pudo permanecer aquí y huye (Dialogorum, lib. IV, cap. XXXVIII).”
¿Se quiere un testimonio más auténtico de lo que importa a los moribundos el tener a su lado sacerdotes o personas devotas que los encomienden a Dios?