
-“Toma en tus manos el Escapulario y no perecerás”.
Por el año 1898, había en El Havre cierto joven, de quince años, llamado José, hijo del capitán de un buque mercante. En él embarcó nuestro joven, lleno de santa confianza.
El temerario jovenzuelo, haciendo imprudente alarde de su valor, fue arrancado por una ola gigante de la proa del buque al abismo del mar. Tan sólo un marinero escucho gritar débilmente a pocos metros de él, y conociendo por la voz que el caído era el hijo del capitán, se lanzó en compañía de otro marinero en la chalupa del barco a fin de socorrer al infortunado joven, que no sabía nadar.
Viendo que los marineros acudían presurosos a socorrerle, el joven, manteniéndose con notable prodigio sobre las aguas y mostrándoles con una mano el Santo Escapulario, gritaba que la Santísima Virgen le había salvado.
Lograron por fin recogerle y, conducido a hombros de uno de los marineros al navío, echose en brazos de su padre, que lloraba de emoción, diciéndole en presencia de todos que la Virgen del Carmen le había salvado, pues al caer, mientras luchaba con las olas embravecidas, oyó una voz dulcísima que le decía:
-“Toma en tus manos el Escapulario y no perecerás”.
Sintió en el mismo instante que una mano le asía, y, sosteniéndole suavemente, le impedía irse al fondo del abismo.
Luego que se restableció la calma y se apaciguaron los ánimos, hizo que todos, postrados de hinojos en la cubierta del buque, rezaran una Salve a la Virgen.