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El zumbido de las abejas

En una pequeña ciudad de Polonia, en el siglo XIII, acaeció un hecho prodigioso.

Un hombre muy pobre poseía una colmena en los suburbios de la ciudad. Es posible que, con el dinero que obtenía con la venta de la miel que fabricaban las laboriosas abejas, podría obtener un poco de pan. Todos los días acudía a contemplar la actividad de las abejas de sus colmenas, y se maravillaba viendo cómo recorrían los campos en busca del néctar de las flores, que convertían en miel dulce y sabrosa.

Un día se dio cuenta que, en el interior de una de sus colmenas, ocurría algo extraordinario. Se oía un rumor muy suave, como si el agua de una fuente cristalina se deslizara sobre el verde césped. Esta dulce melodía iba repitiéndose durante el día.

El labriego, cada vez que oía ese rumor, se preguntaba qué es lo que ocurría en el interior de la colmena. Una noche se hallaba cerca del colmenar y vio con asombro que, sobre la colmena misteriosa, había grandes resplandores. Sorprendido se acercó a la colmena y oyó un extraño rumor. “Cómo es posible, exclamó, que las abejas zumben de noche. Cuando las sombras de la noche envuelven la tierra, no se percibe cerca de las colmenas ni un zumbido”.

El labriego fue a visitar al Obispo de su diócesis para explicarle lo que había visto. El señor Obispo, para cerciorarse de si era cierto, acudió al lugar donde estaba el colmenar, y vio también los intensos resplandores sobre la colmena. Al día siguiente se dirigió al colmenar, acompañado de algunos sacerdotes y de numeroso pueblo y ordenó que fuese abierta la colmena. ¡Oh, prodigio! ¿Sabéis lo que había en su interior? Una Custodia de cera blanca, labrada con gran primor y delicadeza. En la Custodia estaba el Santísimo Sacramento, y a su alrededor revoloteaba un enjambre de abejas.

El señor Obispo tomó la Sagrada Hostia y, acompañado del clero y del pueblo, la llevó a la iglesia. Nadie supo explicarse por qué el Santísimo Sacramento se hallaba en una colmena.

En el mismo lugar donde se hallaba el colmenar, construyose una capilla. Fue tanta la fama de esta capilla, que desde muy lejos acudían los enfermos para implorar la misericordia de Dios, y muchos de ellos regresaban a sus hogares completamente curados.

Todo se supo: Unos ladrones, después de haber hecho un robo sacrílego, se arrepintieron y echaron el viril en la colmena.