
Convencida Santa Gertrudis de la inutilidad de sus esfuerzos para rogar con fervor debido a la Majestad del Señor, exclamó con grande tristeza y sentimiento de su alma: ¡Ay de mí, qué fruto sacaré de esta oración tan fría y tan distraída! En tal aflicción se le apareció Jesucristo, presentándole su divino Corazón. “Aquí tienes, le dijo a la Santa, mi Corazón lleno de caridad y de compasión, órgano de la Santísima Trinidad; te lo entrego, para que le pidas con confianza, limpie tu corazón y ponga en él todas las virtudes, que por tu debilidad no puedes alcanzar, y así, preparado y adornado, sea morada perfecta de santidad y de mi amor. Mi Corazón estará dispuesto a toda hora para reparar tus negligencias, pues conoce la inconstancia y fragilidad humana, desea con ardor remediarlas, con tal que se le invite con humildad o por palabras o por deseo, corrigiendo lo defectuoso que haya en las almas.”
Asimismo, la virtud omnipotente del Corazón de Jesús hace lo que quiere sin esperar a alguno, y su sabiduría le da a conocer el modo como ha de conseguir lo que pretende con suma facilidad, de igual manera este divino Corazón en su inflamada e infinita caridad y en su complaciente condescendencia para con sus amantes y devotos hijos, se inclina siempre a favorecerles con sus gracias y a suplir con su inefable bondad sus faltas e imperfecciones, efectos de su flaqueza e impotencia para bien obrar. ¡Cuán generoso eres, oh Corazón divino de Jesús, en purificar y santificar nuestras almas!
PROPÓSITO
Me humillaré cinco veces delante del Señor, en memoria de las humillaciones del Hijo de Dios, tomando nuestra naturaleza.
JACULATORIA
Sea vuestra presencia, Dios mío, mi salvación y mi gloria.