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La acedia: he aquí el concepto medular sobre el que se despliega este breve y brillante ensayo de investigación intitulado El demonio del mediodía (Ed. BAC [2014]: Estudios y ensayos [EE0167]). Ensayo cuyo discurso en torno al concepto inmediatamente referido merece la más seria consideración, puesto que en nuestros días ha pasado a perder cualesquiera significación: la acedia, por así decir, no cuenta ya como problema espiritual en la existencia del cristiano (y ni siquiera figura como mero concepto en el grueso de los diccionarios manuales más completos).

Dom Jean-Charles Nault (1970), padre abad de Saint-Wandrille desde 2009, es el autor del opúsculo, ejemplar destilación y resumen de su tesis doctoral, La Saveur de Dieu (2005), que le hizo acreedor en su día del Premio Henri de Lubac.

Nault, prosista sin estilo perceptible (a juzgar al menos por la dinámica traducción de Julián Presa Prieto), no pretende en este ensayo sino poner en claro al lector no iniciado la realidad de un mal del que casi nadie nada sabe: ese mal demoníaco es la acedia, que como el título reza guarda una inequívoca relación con el llamado «demonio del mediodía», en tanto hace su aparición en las horas más intensas y luminosas del día (frente al lugar común que suele vincular los demonios con la noche). La acedia es ante todo un estado del espíritu, que si de ordinario se suele vincular con la pereza, el hastío, la apatía, el desánimo, la desesperanza, excede con mucho estos conceptos para abismarse de lleno en los más quebradizos terrenos metafísicos; en palabras del autor:

«La acedia está en el origen de la desesperación de nuestros contemporáneos, que consideran que sería mejor no existir: en verdad, ella es ese pecado contra el Espíritu Santo, por el que nos negamos a acoger el Amor y el perdón« (p. 80).

La acedia, pues, permanece activa: el gran grueso de la modernidad vive inmersa bajo los devastadores efectos de su brutal tiranía: la epidemia nihilista que asola Occidente, el relativismo consiguiente, el ateísmo bruto que todo lo pudre y anula, es la más evidente muestra del actual vigor del que ésta goza.

Nault, consciente de la dimensión histórica del problema, no olvida desarrollar en su libro una notable historia del concepto (y su consiguiente evolución a través de los tiempos); de los cuatro capítulos y la conclusión que conforman el contenido de éste, el autor dedica los dos primeros a presentar la historia de la acedia (akèdia) en el pensamiento de diversos autores; así, el primer capítulo se centra en la figura de Evagrio Póntico (y los Padres del desierto), mientras que el segundo hace lo propio con Santo Tomás de Aquino. Los dos capítulos finales no harán sino trasladar la realidad de dicho concepto al mundo actual, articulando el discurso desde presupuestos más prácticos.

Por lo demás, la obra es combativa: denuncia los errores en que incurrimos al tiempo que apunta remedios para aplacarlos. Su otro gran mérito estriba en haber devuelto a la olvidada acedia la actualidad que sin duda merece. Desde Hispanidad Católica animamos a los lectores a conocer este notable libro.

José Antonio Bielsa Arbiol