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(Vivat Jesus Christus Benedictus – Triumphum Sanctae Crucis – In hoc signo vinces; con esta señal vencerás – Quis ut Deus (visión de las religiosas de Narni; Sor Imelda del Santísimo Sacramento; Santa Margarita de Cortona; Sor Ana Catalina Emmerich))

APOLOGÍA DEL GRAN MONARCA

Rvdo. P. José Domingo María Corbató

Otras visiones.

En el mismo caso hallamos a las religiosas benedictinas de Narni, las cuales tuvieron en Noviembre de 1837 una visión, después autentizada por el Obispo mediante proceso. Vieron en los aires destacarse una Cruz colosal, acompañada de varias figuras, todas perfectamente delineadas, de tal suerte que pudo dibujarse y sacarse un grabado: un ejemplar de este grabado tenemos a la vista; describirlo todo sería negocio de largas columnas.

Levántase la Cruz sobre un globo terrestre, del cual arroja el Príncipe San Miguel al dragón infernal, con un sinnúmero de coronas, cetros, banderas, espadas, etc. En medio de la Cruz se ven los Sagrados Corazones de Jesús y María; en el centro de los brazos las iniciales T.S.C. esto es, Triumphum Sanctae Crucis, Triunfo de la Santa Cruz. El título, en vez de J.N.R.J (INRI), dice: Vivat Jesus Christus Benedictus. Encima de esto la Tiara Pontificia, y coronándolo todo resplandece el lema de San Miguel: Quis ut Deus. Llama la atención una brillante estrella colocada al lado de la Tiara, y debajo de la cual se lee, en un rótulo inclinado hacia la Cruz: “In hoc signo vinces; con esta señal vencerás”.

Hablando de esta misma Cruz de Narni el ilustre da Macello en Il Vaticinatore, dice:

Cuando Lucifer, a la cabeza de todas sus legiones de ángeles rebeldes y de todos los hombres perversos, juzgará haber vencido para siempre, con una gran batalla ganada a la Iglesia, y cuando tal vez los mismos Crucíferos, descorazonados, creerán que todo está perdido, entonces Jesucristo, en virtud del poder que le fue dado por el Padre, enviará del cielo una legión de ángeles, quizá en forma visible, yendo al frente de ellos el Príncipe San Miguel. Con sus palabras Quis ut Deus, de que un día se valió para arrojar del cielo a los ángeles rebeldes, San Miguel los arrojará de la tierra una vez más como el globo de la Cruz lo representa, y los enemigos de Cristo serán aniquilados por el ejército de la Iglesia con ayuda de las espadas angélicas. Después de tan insigne triunfo, la Iglesia gozará de profunda paz.”

Continuemos con las visiones de humildes religiosas; ellas, con su humildad, confirman lo que nos han anunciado los grandes Profetas bíblicos.

Sor Imelda del Santísimo Sacramento, venerable terciaria de la Orden de Santo Domingo, tuvo una de sus grandes visiones el día 23 de Octubre de 1872, poco después de los terribles desastres de Francia, y con este motivo dice ella misma:

Yo me puse a los pies de Jesús, ignorando lo que significaba aquella visión. Estaba silenciosa, cuando llegó un Arcángel que conversó con el divino Maestro. Jesús me atrajo entonces a Sí, y me presentó al Arcángel, que reconocí era San Miguel. El Arcángel me miró un momento y me dijo: Haz saber que no se levantará Francia sino cuando sea gobernada como Dios quiere. –El día 25 vi a Jesús en la misma colina, después de la Santa Comunión. La ciudad de Roma estaba rodeada de tinieblas y parecía muy agitada. El mismo Arcángel volvió a tomar órdenes de Jesús. El Salvador me llamó a Sí, y me dijo San Miguel: Haz saber que yo sostengo y defiendo la causa del Vicario de Jesucristo. A estas palabras, partió para la ciudad y fue a colocarse sobre el edificio que vislumbré. Le vi poner manos a la obra y comprendí que desconcertaba los planes del infierno. Jesús estaba muy triste mirando a Roma.”

Tiene mucha analogía con este pasaje el que da Macello, en I Futuri Destini, toma de los Bollandos, relativo a Santa Margarita de Cortona. Oraba y lloraba la Santa en cierta ocasión, pensando en las calamidades que sobrevendrán a la Iglesia, y díjole el divino Maestro:

Ten por cierto que sobrevendrá en el mundo una gran tribulación, excitada por Lucifer contra la Iglesia. Desde que fue relegado al infierno, nunca habrá salido con tanto furor como entonces. Recorrerá el mundo, preparará solícitamente los caminos del Anticristo, y será tan grande la tribulación, que muchos religiosos y religiosas abandonarán sus Órdenes. Suscitará contra la Santa Iglesia innumerables peligros, para que los fieles la desprecien y censuren de tal modo los divinos oficios y la predicación, que mi palabra no podrá ser libremente predicada”.

El citado autor pregunta: “¿Quién no ve que es nuestra época infeliz aquella de la cual Jesucristo habló a Santa Margarita?” Y opina, y bien podría afirmarlo absolutamente, que San Miguel será el vencedor de Lucifer en esta horrorosa contienda, después de la cual encadenará y cerrará el abismo, según anuncia el Apocalipsis en el capítulo XX.

(en cuerpo pequeño porque es muy complicado de entender y muy especulativo).

No opinamos como da Macello en cuanto al tiempo a que se refiere el Apocalipsis, y nuestras razones quedan largamente expuestas en el número 37 de Luz Católica. El Príncipe San Miguel será indudablemente el que dentro de poco triunfará de Satanás y sus ejércitos, y asimismo el que encadenará a Satanás por mil años y cerrará la boca del abismo, según el Apocalipsis lo describe; pero creemos haber probado en el mismo lugar que este encadenamiento de mil años, rigurosamente hablando, empieza con la muerte del Anticristo y no con la victoria de la Iglesia por el Gran Monarca.

Con todo esto, siendo este período de aparición, triunfo, paz y muerte del Gran Monarca, con sus tribulaciones y sus bienandanzas, sus guerras y su pacificación, etc., una acabadísima antelación profética de lo que será la Cuarta Generación o reinado de los mil años, bien podemos tomar semana por año, lo cual es muy conforme al lenguaje de los profetas (Diem pro anno, diem, inquam, pro anno dedit tibi. (Ezech. IV, 6). En una semana, durante el Gran Monarca, se obrarán más bienes que en otros tiempos felices durante un año.), y decir que el período de paz absoluta en tiempo del Gran Monarca será de mil semanas, o sea de veintiún años; teniendo en cuenta que este número mil, de años o semanas, no lo fija el Apocalipsis de tal manera que no hayan de ser uno más ni uno menos; es como decir: mil, aproximadamente.

Tomándolo, pues, por las semanas de paz absoluta durante el Gran Monarca, tenemos el tiempo que poco más o menos dan todos los profetas a esta paz, esto es, de veinte a veinticinco años (Paz absoluta; pero el reinado será de 40 a 50 años); y así, bien podemos decir con el Apocalipsis que San Miguel encadenará a Satanás y cerrará el abismo durante mil años o semanas, después de los cuales volverá a soltarle por poco tiempo; el tiempo del Anticristo, al cual sigue la felicidad incomparable de la Cuarta Generación.

Sor Ana Catalina Emmerich tiene en sus revelaciones un pasaje, al que se acomoda perfectamente lo que acabamos de indicar.

He sabido, dice, que debe ser desencadenado Lucifer para un tiempo, cincuenta o sesenta años antes del año dos mil de Cristo (2000), si no me equivoco.”

Lo cual no sólo es confirmación de lo que hemos dicho, sino de que la aparición del Gran Monarca es inminente, por el auxilio del Arcángel San Miguel, Príncipe de los ejércitos de la Iglesia militante y triunfante que nos conducirá a la victoria del infierno.