
De entrada no hay que tener prejuicios, que como en todo en la vida, hay series que aportan valores y series que no. No hay que ser tan fanático para tacharlas a todas de malvadas como hacen algunos grupos fundamentalistas. En cualquier caso hay que discernir si nos hacen perder el tiempo o pudieran ser motivo de tentación, pero no hay que demonizar todo por sistema viéndolo como satánico o herético.
También es verdad que si queremos aspirar a la santidad y llevar una vida edificante tenemos que tener mucho cuidado con todo lo que hacemos. No hay que buscar solo lo que no sea pecado, sino lo más perfecto. Otro criterio que no falla es preguntarse que haría Cristo en mi lugar. Al respecto hay una frase de Santa Genoveva Torres que dice: “Si quieres amar al Sagrado Corazón de Jesús y pertenecerle, deja todo lo que a Él no le pertenece”
En cualquier caso en caso de duda siempre es bueno consultar a un sacerdote de confianza que nos conozca y sabrá que recomendarnos en cada caso y situación concreta.
Tenemos que reconocer que la educación de los hijos es descargada a menudo en la televisión; ella entretiene a los niños y jóvenes dejando a los mayores tranquilos, sin gritos, sin ruido, sin conversaciones que muchas veces los padres no saben llevar adelante. Es por eso que el Papa Juan Pablo II, en un Mensaje de 1994, ha dicho que ‘los padres que hacen uso regular, prolongado, de la televisión, como una especie de niñera electrónica, abdican de su papel de educadores primarios de los propios hijos’[14].