
Cuando los primeros pioneros llegaron al Nuevo Mundo en el siglo XVII, el plumaje rojo brillante del cardenal fue un shock comparado con las aves menos vibrantes de sus países natales en Europa.
De manera poco imaginativa al primer cardenal lo llamaron “el ave roja”. Eso fue hasta que descubrieron otra ave que era también roja, conocida el día de hoy como Piranga Escarlata u Olivácea. Los pioneros tenían un acertijo ornitológico en sus manos.
“El ave roja” les recordaba a los primeros colonos de Norteamérica las sotanas rojas usadas por los cardenales católicos. La cresta del cardenal macho también se asemeja a la mitra utilizada por estos. Entonces, para distinguirlos de los también rojos Pirangas Escarlatas, les dieron el nombre de cardenales.
No está claro si recibieron su nombre directamente de los cardenales o si lo recibieron porque cardenal se había convertido en un término para el tono especifico de un rojo vivo entre el escarlata y el carmesí. Sin embargo, el ave les debe su nombre a los príncipes de la Iglesia.
El termino cardenal en sí mismo tiene una curiosa historia también. Se deriva del latín cardo que significa bisagra o pivote. El nombre proviene de la noción de la importancia de los cardenales como pivotes de la vida de la Iglesia y de que las decisiones de esta pivotan en ellos.