
De todas las religiones del mundo, el catolicismo ha tenido tradicionalmente la relación más saludable con el alcohol. No somos excesivamente puritanos al rechazar la bebida, ni somos sectarios buscando la iluminación en la intoxicación. Damos las gracias justas por los regalos de Dios y los tratamos como tales.
“Del sudor del hombre y el amor de Dios, la cerveza llegó al mundo.” – San Arnulfo de Metz
La buena relación de nuestra Iglesia con el alcohol ha producido algunos de los mejores vinos, bebidas espirituosas, y especialmente cervezas, que surgieron sobre todo de la tradición monástica católica.
Entérate de porqué ambos San Arnulfos son los patrones de la cerveza y los cerveceros.
San Arnulfo de Soissons
San Arnulfo de Soissons nació cerca del año 1040 d.C. en el norte de Bélgica. Fue soldado de carrera antes de establecerse en la Abadía Benedictina de San Medardo de Soissons en Francia, que en el pasado se consideraba uno de los más grandes monasterios del país.
Luego de pasar sus primeros tres años como ermitaño, ascendió a abad del monasterio. Entonces se convirtió en sacerdote, y en el año 1080 en obispo de Soissons; honor que aceptó a regañadientes. Cuando otro obispo vino a ocupar su sede; se retiró de la vida pública y fundó la abadía de San Pedro en Oudenburg.
Allí hizo cerveza, una bebida esencial en la vida medieval porque era cocida durante el proceso de elaboración y por lo tanto segura de beber – Lo cual ellos desconocían. San Arnulfo alentó a los campesinos locales a beber la cerveza del monasterio por su “don de la salud.”
Una tradición piadosa nos cuenta acerca de una época en la que una plaga golpeó a su pueblo. San Arnulfo salvó a los habitantes de una muerte segura al darles instrucciones de evitar beber agua y al donarles cerveza para que bebieran en lugar de ella. Muchos sobrevivieron a la plaga y por esto San Arnulfo de Soissons se convirtió en el santo patrón de los cerveceros, la cerveza y los recolectores de lúpulo.
San Arnulfo de Metz
San Arnulfo de Metz nació hacia el año 582 d.C. en Lorena, Francia, y tuvo una vida similar a la de San Arnulfo de Soissons. En su juventud sirvió en el ejército bajo el mando del rey Teodeberto II de la dinastía Merovingia.
Más adelante en su carrera se sintió atraído a la vida religiosa, y decidió retirarse y convertirse en santo. Ingresó a la Abadía de Remiremont en las montañas de los Vosgos. Allí elaboró cerveza al igual que San Arnulfo de Soissons.
Una tradición piadosa nos cuenta el milagro de la jarra de cerveza, cuando los parroquianos viajaron a la Abadía de Remiremont para recuperar los restos del difunto Arnulfo. Durante su viaje el terreno era inhóspito y la temperatura se elevó. Con muy poco que beber, la exhausta procesión rezó: “Por su poderosa intercesión el bendito Arnulfo nos traerá lo que nos hace falta.”
Inmediatamente el escaso resto de cerveza en el fondo de la jarra se multiplicó en tales cantidades que todos los peregrinos pudieron saciar su sed y continuar adelante. Es por esto que San Arnulfo es el santo patrón de los cerveceros y de la cerveza.
Adaptado de un artículo originalmente publicado por Billy Ryan en el sitio web uCatholic.