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Los teólogos le atribuyen una gloriosa corona. Jean Gerson le asigna el primer rango delante de Nuestro señor, detrás de la Santísima Virgen. ¿Quien, en efecto, sirvió a Jesús con más amistad, cuidado y fidelidad que su padre de la tierra? Sí, creemos que si María se sienta a la derecha de Jesús, José está a la izquierda.

Otros teólogos admiten en el cielo, debajo del trono de Dios, la existencia de una jerarquía que domina la de los ángeles y la de los elegidos; y en esta jerarquía, compuestas por dos órdenes, dicen el primer orden está constituido por la Virgen, el segundo es el privilegio de san José, su esposo. Nada más justo. Porque si la Madre de Cristo esta colocada por encima de toda criatura, José, que a los ojos de los hombres pasaba por su padre, y que había recibido por él el don de un amor verdaderamente paternal, posee una dignidad superior a la de los ángeles y a la de los otros santos, y que no cede sino ante la dignidad de María.

Según nuestras concepciones terrestres, dice un piadoso autor, nos parece que en el cielo, al paso de la Virgen delante de sus tronos, los serafines y los santos más gloriosos se levantan, la saludan y se prosternan a sus pies, proclamándola su Soberana. Pero cuando la Reina de las vírgenes, humilde hasta en el cielo, llega ante el trono de José, que es único que tiene el derecho de darle el nombre de esposa ¿no lo saluda ella primero, que lo sirvió y obedeció aquí abajo? Ante semejante espectáculo ¿qué homenaje no le tributará la corte celestial si así lo honra la Madre de Dios?

¡María! Ella es la primera que habría de descubrir un día a la mirada de una santa el incomparable resplandor del trono de su glorioso esposo, haciéndole notar cómo, al oír el nombre de José, todos los santos inclinan dulcemente la cabeza